Por Joseph Mac Lean
Más que el divorcio o la viudez, la separación conyugal es una de las etapas más traumáticas que una persona puede padecer. Recientes investigaciones afirman que, aparte de los consabidos trastornos emocionales, los efectos en el organismo pueden aumentar considerablemente el riesgo de contraer algún tipo de cáncer. A esa conclusión llegó la revista estadounidenses Cancer después de analizar a 3.79 millones de pacientes diagnosticados entre 1973 y 2004.
Ahora, parece que el estar separado d su cónyuge habitual supera en el riesgo de contraer cáncer a la situación de soltería, que antes ocupaba el primer lugar. De hecho, esto parece confirmar que, en medio de todo el lío que acarrea, el matrimonio ofrece a las personas casadas tienen una mejor opción de beneficiarse con una mejor salud. Y esto puede deberse a varias razones: las personas casadas tienen una mejor situación económica, mayores redes sociales en las que apoyarse o alguien a su lado que le anima para cumplir mejor las pautas del tratamiento. Es cierto, que no se ha estudiado aún a profundidad el estado de viudez y de divorcio, para hacer una definitiva comparación con la soltería y la separación temporal o definitiva sin estar divorciados. Pero todo parece indicar que, sobretodo, durante el proceso de separación los riesgos aumentan considerablemente.
Inmunodeprimidos
Debido a que la separación pone fin abrupto a un estilo de vida y la ira comprensible (pero innecesaria a la larga) que acarrea, parece que afecta negativamente en el sistema inmunitario. En cambio, las personas divorciadas, al tomar la decisión definitiva, es como si le dieran la vuelta a la página y alcanzan más rápidamente un equilibrio emocional, social y físico. De otro lado, aunque la viudez es a menudo también abrupta y dolorosa, no suelen presentarse en estos casos episodios de ira, uno de los sentimientos que más puede afectar la salud de una persona.
También los expertos señalan que, puesto que los separados están enfrascados en recomponer su matrimonio puede que retrasen el diagnóstico, acudan más tarde al médico o descontinúen el tratamiento, lo que aumenta la posibilidad de que el cáncer se encuentre en una etapa demasiado avanzada pra darle curación. Y el estudio incluso echa por tierra la idea que uno u otro sexo se ve más afectado en una separación conyugal: tanto hombres como mujeres sufren por igual el riesgo de contraer cáncer, lo que puede verse potenciado por el hecho de que una persona separada, por diversas razones, empiece a beber más alcohol, dormir menos (sumamente grave), fumar y alimentarse en forma inadecuada e insuficiente. Aquí es donde los grupos o círculos de apoyo entran a tallar. Es toda una bendición contar con un amigo, o unos cuantos amigos, dispuesto a escuchar pacientemente a una persona en pleno proceso de separación o divorcio, una de las etapas de mayor vulnerabilidad en todo sentido.
Claro está que las condiciones genéticas siguen siendo determinantes en el desarrollo del cáncer, pero en el futuro, luego de mayores estudios específicos, se podrá comprender con más profundidad el efecto del estatus marital en este tipo de males. Por supuesto, una actitud equilibrada ante los problemas también ayuda a minimizar que se dispare un cáncer. Reconocer que no todo se ha perdido es una ayuda práctica para que, una vez terminada la labor de "remoción de los escombros" hay toda una variedad de oportunidades de corregir lo que estuvo mal y reconstruir una vida, claro está algo diferente, pero llena de lo que es común en la vida: triunfos y sinsabores. Como siempre, vienen a mi mente las palabras de un poema anónimo: "Todo existe en conjunto defectuoso / hay rasgos de virtud en el malvado / hay rasgos de maldad en el virtuoso..."