Ruinas de Pérgamo, en la actual Turquía
Por Joseph Mac Lean
Historia.
Aunque no se conoce con exactitud histórica el origen de su población, aunque es posible que hayan sido de origen griego, Pérgamo llegó a convertirse en uno de los reinos helenos de Asia Menor más poderosos de su tiempo, en lo que actualmente es el país de Turquía. De acuerdo a los idiomas indoeuropeos antiguos, Pérgamo significa “altura fortificada”, y es comprensible, pues la ciudad se asentaba sobre una imponente elevación a 900 metros de altura, en la orilla derecha del río Caico, a 28 kilómetros de la costa. Desde su cima se dominaba la llanura circundante hasta donde alcanzaba la vista. En el siglo IV aEC, ya Jenofonte menciona que Pérgamo era una ciudad fortificada.
En el año 560 a. C. la ciudad pertenecía al rey Creso de Lidia y algún tiempo después pasó a depender de Ciro II de Persia. Algunas fuentes aseguran que cuando Alejandro Magno venció a Darío III, rey de los persas y dominó toda el Asia Menor, puso como gobernadora de Pérgamo a Barsine que era la viuda de un comandante persa de Rodas.
Pérgamo destacó por la promoción de las artes y las ciencias por parte suya y de sus descendientes, los atálidas, hasta convertir su ciudad en el principal centro político y religioso de su región, en especial luego de las complejas luchas por el poder tras la muerte de Alejandro Magno. A la muerte de éste, Pérgamo llegó a formar parte del territorio de Lisímaco, quien nombró a Filitero (también llamado Filetaro o Filetairo), su lugarteniente, como gobernante de la ciudad y los territorios vecinos, luego de su victoria en la batalla de Ipso (301 aEC). Allí, el conquistador puso un enorme tesoro bajo la vigilancia de su gobernador nombrado., quien probablemente era de ascendencia macedonia.
Filetero no tardó pronto en aprovechar las disputas entre Lisímaco y Seleuco, por lo que acabó sublevándose. A la muerte de Lisímaco, a manos de su rival, Filetero se apropió del tesoro puesto a su custodia y lo aprovechó para ampliar su área de influencia, alrededor de 281 aEC, cuando empieza oficialmente la historia de Pérgamo.
A la muerte de Filetero, siendo este eunuco y por lo tanto carecía de descendencia, el reino pasó a su sobrino y heredero Eumenes I (263-241 aEC), en tiempos del cual los selúcidas se convirtieron en los principales antagonistas bélicos de Pérgamo junto con los Gálatas, un conjunto de pueblos de origen celta, en especial Antíoco I. La ciudad de Pérgamo empezó a embellecerse durante el gobierno de Eumenes I.
Aunque no se conoce con exactitud histórica el origen de su población, aunque es posible que hayan sido de origen griego, Pérgamo llegó a convertirse en uno de los reinos helenos de Asia Menor más poderosos de su tiempo, en lo que actualmente es el país de Turquía. De acuerdo a los idiomas indoeuropeos antiguos, Pérgamo significa “altura fortificada”, y es comprensible, pues la ciudad se asentaba sobre una imponente elevación a 900 metros de altura, en la orilla derecha del río Caico, a 28 kilómetros de la costa. Desde su cima se dominaba la llanura circundante hasta donde alcanzaba la vista. En el siglo IV aEC, ya Jenofonte menciona que Pérgamo era una ciudad fortificada.
En el año 560 a. C. la ciudad pertenecía al rey Creso de Lidia y algún tiempo después pasó a depender de Ciro II de Persia. Algunas fuentes aseguran que cuando Alejandro Magno venció a Darío III, rey de los persas y dominó toda el Asia Menor, puso como gobernadora de Pérgamo a Barsine que era la viuda de un comandante persa de Rodas.
Pérgamo destacó por la promoción de las artes y las ciencias por parte suya y de sus descendientes, los atálidas, hasta convertir su ciudad en el principal centro político y religioso de su región, en especial luego de las complejas luchas por el poder tras la muerte de Alejandro Magno. A la muerte de éste, Pérgamo llegó a formar parte del territorio de Lisímaco, quien nombró a Filitero (también llamado Filetaro o Filetairo), su lugarteniente, como gobernante de la ciudad y los territorios vecinos, luego de su victoria en la batalla de Ipso (301 aEC). Allí, el conquistador puso un enorme tesoro bajo la vigilancia de su gobernador nombrado., quien probablemente era de ascendencia macedonia.
Filetero no tardó pronto en aprovechar las disputas entre Lisímaco y Seleuco, por lo que acabó sublevándose. A la muerte de Lisímaco, a manos de su rival, Filetero se apropió del tesoro puesto a su custodia y lo aprovechó para ampliar su área de influencia, alrededor de 281 aEC, cuando empieza oficialmente la historia de Pérgamo.
A la muerte de Filetero, siendo este eunuco y por lo tanto carecía de descendencia, el reino pasó a su sobrino y heredero Eumenes I (263-241 aEC), en tiempos del cual los selúcidas se convirtieron en los principales antagonistas bélicos de Pérgamo junto con los Gálatas, un conjunto de pueblos de origen celta, en especial Antíoco I. La ciudad de Pérgamo empezó a embellecerse durante el gobierno de Eumenes I.
Empieza el auge de Pérgamo
Pérgamo quedó encerrada entre enemigos poderosos: Macedonia al oeste, y los Gálatas y selúcidas al este, por lo que buscó formar alianza con Egipto y, sobretodo, con Roma, al punto que luego que el rey Átalo I derrotara a los gálatas, Pérgamo apoyó a Roma en su guerra contra los macedonios, y más adelante el rey Eumenes II con el apoyo de ejércitos romanos derrotaron al rey seleúcida Antíoco III en la decisiva batalla de Magnesia (188 aEC). Esta victoria permitió la expansión de Pérgamo hasta los montes Tauro.
Átalo I ascendió al trono en 241 aEC, y su primera acción fue rehusar pagar tributo a los gálatas, por lo que era inevitable un enfrentamiento militar, que ocurrió en las fuentes de Caico. Allí el soberano de Pérgamo obtuvo una contundente victoria, lo que le valió obtener el título de rey, siendo el primer ciudadano de Pérgamo en ostentarlo, y de “Sóter” ( o salvador), un epíteto común con el que se honraba a los grandes dioses orientales.
En base a su alianza con Roma, se dio comienzo al auge de Pérgamo. En virtud a la victoria de Roma sobre los seleúcidas en Magnesia de Sípilo (188 aEC), Pérgamo recibió todo el territorio seleúcida al oeste de los montes Tauro. Por su parte, Eumenes II, ya llamado “Nicéforo”, como Atenea su protectora, completó su victoria sobre los gálatas, lo que le valió recibir muchos homenajes en casi todas las ciudades griegas de Asia Menor.
Pérgamo alcanzó tal gloria, esplendor y riqueza que el poeta latino Horacio utilizó el adjetivo “atálico” para referirse a algo ilimitado. Sus dominios abarcaron más de 170 mil kilómetros cuadrados y gobernaba sobre unos cinco millones y medio de habitantes. Estrabón y Plinio hablaron de la fertilidad y prosperidad de Pérgamo. Eras famosos los perfumes y ungüentos así como los tejidos y bordados en hilo de oro, llamados “atálicos”. La ciudad se adornó de imponentes joyas de la arquitectura grecorromana, y su biblioteca rivalizaba con la de Alejandría. De hecho, allí se inventó el pergamino (pergamena charta), que facilitó la difusión del conocimiento y se evitó la dependencia del papiro y del vitelio.
En 133 a. E.C. Atalo III legó Pérgamo a Roma en su lecho de muerte, y la ciudad se convirtió en la capital de la provincia romana de Asia. Aunque perdió su independencia, Pérgamo retuvo su importancia como centro oficial administrativo. La menor actividad bélica fue posiblemente la razón por la que Pérgamo pudo dedicarse a desarrollar una intensa actividad cultural y científica.
Gran centro helenístico
Durante el gobierno de Eumenes II se construyó la Biblioteca, que albergaba, según Plutarco, unos 200 mil rollos en el momento en que Marco Antonio decidió regalar a su amante Cleopatra (VII), para compensarla por la pérdida en un incendio de la biblioteca en Alejandría. La rivalidad entre estas entidades fue tal que los ptolomeos de Alejandría prohibieron la exportación de papiro a Pérgamo, lo que obligó a inventar el pergamino, que era la piel de las abundantes reses debidamente tratadas.
La Biblioteca formaba parte del templo de Atenea, por lo que junto con todos los adelantos científicos registrados, abundaban también las obras de carácter religioso y filosófico que glorificaban a los dioses mitológicos grecorromanos. Sin embargo, Pérgamo no ha aportado grandes figuras de la literatura como sí ocurrió con Alejandría. Crates de Malos, posiblemente director de la Biblioteca, fue una excepción, pues además de componer una interpretación alegórica de las obras de Homero, difundió algunos conceptos revolucionarios para su época: la forma esférica de la Tierra, su posición central en el cosmos y la existencia de un mar exterior que bordea toda la tierra habitada. Se cree que Cristóbal Colón, voraz lector, conocía estos conocimientos de Crates a través de la traducción latina de la Geografía de Estrabón.
La historia del reino de Pérgamo es la historia de una dinastía de siglo y medio que logró convertirse en el centro político y administrativo de Anatolia y el principal aliado de Roma en Oriente y el mayor centro cultural y artístico del Asia menor. Pérgamo siempre buscó imitar a Atenas por lo que no es extraño que instaurara cultos traídos de Grecia incluso el dios oriental Sabacio. Algunos magos del oriente (astrólogos) que habían huido de Babilonia se asentaron en Pérgamo, ubicando allí su colegio central. También había allí un templo a Esculapio (Asclepio), el dios de la medicina y la curación, por lo que Pérgamo se convirtió en un centro de peregrinaje de miles de enfermos de muchas partes. Aquí se formó, años después, el famoso Galeno.
Sin embargo, los atálidas tuvieron dos dioses protectores. Uno fue Dionisio, a quien consideraban antecesor de su dinastía, tal cual también afirmaban los ptolomeos que gobernaban sobre Egipto. La otra divinidad protectora era Atenea, patrona de la ciudad y sus numerosas victorias bajo la advocación de Nicéfora, “portadora de la victoria”. Eumenes II construyó un imponente altar de mármol a Zeus en conmemoración de la victoria obtenida sobre los galos. También destacaba el imponente templo a Afrodita (Venus), en el que se practicaba la prostitución, de hombres y mujeres, como parte del culto oficial.
Otro aspecto importante era el culto a los reyes y emperadores, por lo que la ciudad albergaba un magnífico templo de adoración a César Augusto, siendo la primera ciudad que tuvo un altar para promover el culto imperial, que tenía el propósito de unificar a los pueblos conquistador bajo un dios común, mientras se permitía seguir adorando a sus dioses ancentrales o locales.
Pérgamo quedó encerrada entre enemigos poderosos: Macedonia al oeste, y los Gálatas y selúcidas al este, por lo que buscó formar alianza con Egipto y, sobretodo, con Roma, al punto que luego que el rey Átalo I derrotara a los gálatas, Pérgamo apoyó a Roma en su guerra contra los macedonios, y más adelante el rey Eumenes II con el apoyo de ejércitos romanos derrotaron al rey seleúcida Antíoco III en la decisiva batalla de Magnesia (188 aEC). Esta victoria permitió la expansión de Pérgamo hasta los montes Tauro.
Átalo I ascendió al trono en 241 aEC, y su primera acción fue rehusar pagar tributo a los gálatas, por lo que era inevitable un enfrentamiento militar, que ocurrió en las fuentes de Caico. Allí el soberano de Pérgamo obtuvo una contundente victoria, lo que le valió obtener el título de rey, siendo el primer ciudadano de Pérgamo en ostentarlo, y de “Sóter” ( o salvador), un epíteto común con el que se honraba a los grandes dioses orientales.
En base a su alianza con Roma, se dio comienzo al auge de Pérgamo. En virtud a la victoria de Roma sobre los seleúcidas en Magnesia de Sípilo (188 aEC), Pérgamo recibió todo el territorio seleúcida al oeste de los montes Tauro. Por su parte, Eumenes II, ya llamado “Nicéforo”, como Atenea su protectora, completó su victoria sobre los gálatas, lo que le valió recibir muchos homenajes en casi todas las ciudades griegas de Asia Menor.
Pérgamo alcanzó tal gloria, esplendor y riqueza que el poeta latino Horacio utilizó el adjetivo “atálico” para referirse a algo ilimitado. Sus dominios abarcaron más de 170 mil kilómetros cuadrados y gobernaba sobre unos cinco millones y medio de habitantes. Estrabón y Plinio hablaron de la fertilidad y prosperidad de Pérgamo. Eras famosos los perfumes y ungüentos así como los tejidos y bordados en hilo de oro, llamados “atálicos”. La ciudad se adornó de imponentes joyas de la arquitectura grecorromana, y su biblioteca rivalizaba con la de Alejandría. De hecho, allí se inventó el pergamino (pergamena charta), que facilitó la difusión del conocimiento y se evitó la dependencia del papiro y del vitelio.
En 133 a. E.C. Atalo III legó Pérgamo a Roma en su lecho de muerte, y la ciudad se convirtió en la capital de la provincia romana de Asia. Aunque perdió su independencia, Pérgamo retuvo su importancia como centro oficial administrativo. La menor actividad bélica fue posiblemente la razón por la que Pérgamo pudo dedicarse a desarrollar una intensa actividad cultural y científica.
Gran centro helenístico
Durante el gobierno de Eumenes II se construyó la Biblioteca, que albergaba, según Plutarco, unos 200 mil rollos en el momento en que Marco Antonio decidió regalar a su amante Cleopatra (VII), para compensarla por la pérdida en un incendio de la biblioteca en Alejandría. La rivalidad entre estas entidades fue tal que los ptolomeos de Alejandría prohibieron la exportación de papiro a Pérgamo, lo que obligó a inventar el pergamino, que era la piel de las abundantes reses debidamente tratadas.
La Biblioteca formaba parte del templo de Atenea, por lo que junto con todos los adelantos científicos registrados, abundaban también las obras de carácter religioso y filosófico que glorificaban a los dioses mitológicos grecorromanos. Sin embargo, Pérgamo no ha aportado grandes figuras de la literatura como sí ocurrió con Alejandría. Crates de Malos, posiblemente director de la Biblioteca, fue una excepción, pues además de componer una interpretación alegórica de las obras de Homero, difundió algunos conceptos revolucionarios para su época: la forma esférica de la Tierra, su posición central en el cosmos y la existencia de un mar exterior que bordea toda la tierra habitada. Se cree que Cristóbal Colón, voraz lector, conocía estos conocimientos de Crates a través de la traducción latina de la Geografía de Estrabón.
La historia del reino de Pérgamo es la historia de una dinastía de siglo y medio que logró convertirse en el centro político y administrativo de Anatolia y el principal aliado de Roma en Oriente y el mayor centro cultural y artístico del Asia menor. Pérgamo siempre buscó imitar a Atenas por lo que no es extraño que instaurara cultos traídos de Grecia incluso el dios oriental Sabacio. Algunos magos del oriente (astrólogos) que habían huido de Babilonia se asentaron en Pérgamo, ubicando allí su colegio central. También había allí un templo a Esculapio (Asclepio), el dios de la medicina y la curación, por lo que Pérgamo se convirtió en un centro de peregrinaje de miles de enfermos de muchas partes. Aquí se formó, años después, el famoso Galeno.
Sin embargo, los atálidas tuvieron dos dioses protectores. Uno fue Dionisio, a quien consideraban antecesor de su dinastía, tal cual también afirmaban los ptolomeos que gobernaban sobre Egipto. La otra divinidad protectora era Atenea, patrona de la ciudad y sus numerosas victorias bajo la advocación de Nicéfora, “portadora de la victoria”. Eumenes II construyó un imponente altar de mármol a Zeus en conmemoración de la victoria obtenida sobre los galos. También destacaba el imponente templo a Afrodita (Venus), en el que se practicaba la prostitución, de hombres y mujeres, como parte del culto oficial.
Otro aspecto importante era el culto a los reyes y emperadores, por lo que la ciudad albergaba un magnífico templo de adoración a César Augusto, siendo la primera ciudad que tuvo un altar para promover el culto imperial, que tenía el propósito de unificar a los pueblos conquistador bajo un dios común, mientras se permitía seguir adorando a sus dioses ancentrales o locales.
Pérgamo y los cristianos
Pérgamo se ubicaba unos ochenta kilómetros al norte de Esmirna. Allí se asentaba una congregación cristiana, aunque se desconoce cómo llegaron a ser creyentes, aunque es probable que en unos de sus viajes misionales pasara por allí el apóstol Pablo.
En las Escrituras se menciona por nombre, por vez primera, a Pérgamo en el libro de Apocalipsis o Revelación, escrito por el envejecido apóstol Juan, preso en la isla de Patmos. Juan escribe que Pérgamo es “donde mora Satanás” y “donde está el trono de Satanás” (Rev. 2:12-17), probablemente aludiendo al inmenso templo a Zeus o al conjunto de cultos paganos que ofrecía la entera ciudad, aunque más probablemente se refería a la adoración que allí se hacía al emperador de Roma.
En especial, durante el reinado de Domiciano (hermano y sucesor de Tito Vespasiano, quien en 70 EC había reducido a Jerusalén y su Templo a cenizas), este culto se había convertido en el punto central de la cuestión de la lealtad cívica al trono. De hecho, negarse a adorar al emperador significaba, en no pocos casos, a ser condenado a muerte (como le ocurrió a Antipas, un fiel testigo de Jesús), o sufrir destierro y encarcelamiento, como probablemente le sucedió al apóstol Juan. Sin embargo, los cristianos sabían que Satanás tenía el control sobre los reinos del mundo (Mateo 4:8-10) y más adelante el mismo apóstol Juan escribió “el mundo entero yace en el poder del inicuo (Satanás)” (1 Juan 5:19). Asimismo, el mismo libro de Revelación identifica la autoridad que Satanás tiene sobre los gobernantes políticos, hasta la actualidad (Revelación 12:9; 13:2; 16:4, 6). No es de extrañar que el mundo sea tan caótico y desordenado, pues refleja la personalidad de su líder o gobernante (compare con Efesios 6:11-12; Santiago 3:14-16).
Los cristianos fueron también advertidos de otra fuerza corruptora: “la enseñanza de Balaam” (Rev. 2.14), posiblemente en alusión a que el antigua profeta Balaam de Mesopotamia recomendó utilizar mujeres moabitas para seducir a los hijos de Israel y acarrearles la ira de Jehová (Numeros 25:1-8; 1 Corintios 10:8). Ya el apóstol Pedro había dado advertencia acerca de “la senda de Balaam” relacionándola con “el adulterio (o la práctica sexual de personas casadas fuera del matrimonio)” (2 Pedro 2:14, 15; compare con Judas 4, 11).
Pérgamo era famosa por su suntuoso templo de Afrodita (Venus), la diosa del amor sexual, muy relacionada con la diosa fenicia Astarté, la Astoret de los sidonios, Isis de los egipcios y la Istar de los babilonios, llamada la “reina de los cielos” o “la diosa madre” en esos pueblos. En casi todos los cultos a esa misma dios, con diferentes nombres, eran comunes la práctica de la prostitución de ambos sexos (los famosos hieródulos y hetairas o hetaras). El libro La religión de la gente dice: “Los actos que imitaban a la deidad se consideraban servicio al dios. [...] Astarté [la diosa sexual] tenía ministros y ministras a quienes se describía como personas consagradas [...] Se consagraban a la prostitución en su servicio”. Y añade: “Sin embargo, en el peor de los casos el erotismo de su culto tiene que haberse sumido a muy sucias profundidades de degradación social” (las cursivas son mías).
Pérgamo se ubicaba unos ochenta kilómetros al norte de Esmirna. Allí se asentaba una congregación cristiana, aunque se desconoce cómo llegaron a ser creyentes, aunque es probable que en unos de sus viajes misionales pasara por allí el apóstol Pablo.
En las Escrituras se menciona por nombre, por vez primera, a Pérgamo en el libro de Apocalipsis o Revelación, escrito por el envejecido apóstol Juan, preso en la isla de Patmos. Juan escribe que Pérgamo es “donde mora Satanás” y “donde está el trono de Satanás” (Rev. 2:12-17), probablemente aludiendo al inmenso templo a Zeus o al conjunto de cultos paganos que ofrecía la entera ciudad, aunque más probablemente se refería a la adoración que allí se hacía al emperador de Roma.
En especial, durante el reinado de Domiciano (hermano y sucesor de Tito Vespasiano, quien en 70 EC había reducido a Jerusalén y su Templo a cenizas), este culto se había convertido en el punto central de la cuestión de la lealtad cívica al trono. De hecho, negarse a adorar al emperador significaba, en no pocos casos, a ser condenado a muerte (como le ocurrió a Antipas, un fiel testigo de Jesús), o sufrir destierro y encarcelamiento, como probablemente le sucedió al apóstol Juan. Sin embargo, los cristianos sabían que Satanás tenía el control sobre los reinos del mundo (Mateo 4:8-10) y más adelante el mismo apóstol Juan escribió “el mundo entero yace en el poder del inicuo (Satanás)” (1 Juan 5:19). Asimismo, el mismo libro de Revelación identifica la autoridad que Satanás tiene sobre los gobernantes políticos, hasta la actualidad (Revelación 12:9; 13:2; 16:4, 6). No es de extrañar que el mundo sea tan caótico y desordenado, pues refleja la personalidad de su líder o gobernante (compare con Efesios 6:11-12; Santiago 3:14-16).
Los cristianos fueron también advertidos de otra fuerza corruptora: “la enseñanza de Balaam” (Rev. 2.14), posiblemente en alusión a que el antigua profeta Balaam de Mesopotamia recomendó utilizar mujeres moabitas para seducir a los hijos de Israel y acarrearles la ira de Jehová (Numeros 25:1-8; 1 Corintios 10:8). Ya el apóstol Pedro había dado advertencia acerca de “la senda de Balaam” relacionándola con “el adulterio (o la práctica sexual de personas casadas fuera del matrimonio)” (2 Pedro 2:14, 15; compare con Judas 4, 11).
Pérgamo era famosa por su suntuoso templo de Afrodita (Venus), la diosa del amor sexual, muy relacionada con la diosa fenicia Astarté, la Astoret de los sidonios, Isis de los egipcios y la Istar de los babilonios, llamada la “reina de los cielos” o “la diosa madre” en esos pueblos. En casi todos los cultos a esa misma dios, con diferentes nombres, eran comunes la práctica de la prostitución de ambos sexos (los famosos hieródulos y hetairas o hetaras). El libro La religión de la gente dice: “Los actos que imitaban a la deidad se consideraban servicio al dios. [...] Astarté [la diosa sexual] tenía ministros y ministras a quienes se describía como personas consagradas [...] Se consagraban a la prostitución en su servicio”. Y añade: “Sin embargo, en el peor de los casos el erotismo de su culto tiene que haberse sumido a muy sucias profundidades de degradación social” (las cursivas son mías).
La secta de Nicolás
Aunque no es posible identificar el origen ni las enseñanzas o prácticas de la secta de Nicolás (Rev. 2:15, 16), es evidente que el Autor de la revelación, Dios mismo, estaba preocupado por que debido a obtener algún tipo de beneficio material, o no perder su libertad y gozar de los placeres que la ciudad ofrecía, algunos cristianos de Pérgamo estaban llevando una “doble vida”, al comer tanto de la “mesa de Jehová”, como “de la mesa de los demonios” (1 Corintios 10:21, 22), a pesar que la advertencia que el apóstol Pablo había dado ya décadas atrás. Cualquiera que haya sido la “desviación”, Dios y Jesús advierten aquí en contra del sectarismo de cualquier clase. Era evidente que al finalizar el primer siglo, y estando próxima la muerte del último de los apóstoles, la apostasía (o “la gran desviación, rebelión, secesión o defección”) predicha cobraría un impulso sin precedentes, hecho que ya había sido profetizado por Jesucristo (Mateo 13:24-30, 36-43), el apóstol Pablo (1 Timoteo 4:1; 2 Timoteo 2:16-18; 2 Tesalonicenses 2:3), el apóstol Pedro (2 Pedro 2:1,3), el apóstol Juan (2 Juan 9,10) y Judas (Jud. 8,11).
Tal apostasía ocurriría (como de hecho ocurrió poco después de la muerte del apóstol Juan, compare con 2 Tesalonicenses 2:6-12), y operaría hasta que la “manifestación del Señor” quedara establecida, hecho que acontecería en “la conclusión del sistema de cosas”, como aseguró Jesucristo en su parábola ya mencionada. Por eso había que rechazar toda desviación de las enseñanzas elementales de Cristo y sus fieles apóstoles (Romanos 16:17, 18).
Como lo demuestra la historia, la congregación cristiana no hizo caso de estas advertencias y, paulatinamente, desarrolló un conjunto de enseñanzas que, aunque tienen la apariencia de “cristiana”, un análisis honrado a la luz de las Escrituras se demuestra cuanto ha apostatado del cristianismo original. No es extraño que Jesucristo llame a esas organizaciones “obreros del desafuero”, pues aunque afirman ser cristianas, por sus obras lo repudian (Mateo 7:21), y, por lo tanto, ellas y sus seguidores están condenadas al “cortamiento eterno” (Mateo 25:41-46).
Por eso, repasar la historia de Pérgamo debe motivarnos a verificar si nuestra adoración a Dios está en armonía con su voluntad y sinceramente estamos buscando “adorar al Padre con espíritu y con verdad” (Juan 4:23, 24), dado que, como es evidente, el tiempo que queda, antes de que llegue el fin del sistema de cosas, está reducido. Aún es tiempo de rectificar usando las Escrituras (Hechos 17:11, 30-31; 2 Timoteo 3:16, 17) y aprovechar la abundante instrucción disponible que el “esclavo fiel y discreto” aprobado por Dios distribuye por todo el mundo (Mateo 24:45, 47), mientras cumple la comisión de ‘dar testimonio de las buenas nuevas del reino a toda la tierra habitada, antes de que venga el fin’ (Mateo 24: 3,14).
Aunque no es posible identificar el origen ni las enseñanzas o prácticas de la secta de Nicolás (Rev. 2:15, 16), es evidente que el Autor de la revelación, Dios mismo, estaba preocupado por que debido a obtener algún tipo de beneficio material, o no perder su libertad y gozar de los placeres que la ciudad ofrecía, algunos cristianos de Pérgamo estaban llevando una “doble vida”, al comer tanto de la “mesa de Jehová”, como “de la mesa de los demonios” (1 Corintios 10:21, 22), a pesar que la advertencia que el apóstol Pablo había dado ya décadas atrás. Cualquiera que haya sido la “desviación”, Dios y Jesús advierten aquí en contra del sectarismo de cualquier clase. Era evidente que al finalizar el primer siglo, y estando próxima la muerte del último de los apóstoles, la apostasía (o “la gran desviación, rebelión, secesión o defección”) predicha cobraría un impulso sin precedentes, hecho que ya había sido profetizado por Jesucristo (Mateo 13:24-30, 36-43), el apóstol Pablo (1 Timoteo 4:1; 2 Timoteo 2:16-18; 2 Tesalonicenses 2:3), el apóstol Pedro (2 Pedro 2:1,3), el apóstol Juan (2 Juan 9,10) y Judas (Jud. 8,11).
Tal apostasía ocurriría (como de hecho ocurrió poco después de la muerte del apóstol Juan, compare con 2 Tesalonicenses 2:6-12), y operaría hasta que la “manifestación del Señor” quedara establecida, hecho que acontecería en “la conclusión del sistema de cosas”, como aseguró Jesucristo en su parábola ya mencionada. Por eso había que rechazar toda desviación de las enseñanzas elementales de Cristo y sus fieles apóstoles (Romanos 16:17, 18).
Como lo demuestra la historia, la congregación cristiana no hizo caso de estas advertencias y, paulatinamente, desarrolló un conjunto de enseñanzas que, aunque tienen la apariencia de “cristiana”, un análisis honrado a la luz de las Escrituras se demuestra cuanto ha apostatado del cristianismo original. No es extraño que Jesucristo llame a esas organizaciones “obreros del desafuero”, pues aunque afirman ser cristianas, por sus obras lo repudian (Mateo 7:21), y, por lo tanto, ellas y sus seguidores están condenadas al “cortamiento eterno” (Mateo 25:41-46).
Por eso, repasar la historia de Pérgamo debe motivarnos a verificar si nuestra adoración a Dios está en armonía con su voluntad y sinceramente estamos buscando “adorar al Padre con espíritu y con verdad” (Juan 4:23, 24), dado que, como es evidente, el tiempo que queda, antes de que llegue el fin del sistema de cosas, está reducido. Aún es tiempo de rectificar usando las Escrituras (Hechos 17:11, 30-31; 2 Timoteo 3:16, 17) y aprovechar la abundante instrucción disponible que el “esclavo fiel y discreto” aprobado por Dios distribuye por todo el mundo (Mateo 24:45, 47), mientras cumple la comisión de ‘dar testimonio de las buenas nuevas del reino a toda la tierra habitada, antes de que venga el fin’ (Mateo 24: 3,14).
Referencias bibliográficas principales:
· La Biblia Latinoamérica
· Biblia de Jerusalén
· Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras
· Perspicacia para entender las Escrituras, editado por la Sociedad Watch Tower Bible & Tract Society of Pennsilvania
· Revista “Historia”, de National Geographic, Número 34, Páginas 56-68
· Enciclopedia ENCARTA, 2007
· Wikipedia (www.wikipedia.org)