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martes, 8 de septiembre de 2009

La pasta: mi aliada, mi amiga

Por Joseph Mac Lean
Este último domingo, me di cuenta de cuánto disfutaban mis hijos del sencillo plato de pasta con salsa de carne al tuco, que vengo preparándoles cada vez que me visitan, en especial lo días domingo. Claro está que a veces preparo yo mismo la salsa, otras veces la compro lista de una afamada panadería italiana que queda cerca de mi casa. Pero, salvo en una ocasión (¡en que le puse zanahoria a la salsa!), siempre hemos disfrutamos juntos de un delicioso momento culinario.

¿Cómo un producto tan sencillo ha cautivado a una nación tan exigente en la comida como es la italiana? Según una enciclopedia, "se denomina pasta a los alimentos preparados con una masa cuyo ingrediente básico es la harina de trigo, mezclada con agua, y a la cual se puede añadir sal, huevo u otros ingredientes, conformando un producto que generalmente se cuece en agua hirviendo." Nada más simple, pero de resultados inigualables. Pero no piense que la pasta se consume exclusivamente en Italia; los suizos, le pisan los talones a los italianos, seguidos por los franceses, los estadounidenses y los alemanes.

La pasta por sí sola es baja en calorías, a no ser que la acompañe una salsa muy condimentada; y es extremadamente barata. El precio es ciertamente una de las razones de la popularidad de este alimento tan nutritivo. "Ningún hombre está solo mientas esté comiendo espagueti... requiere de mucha atención", escribió el autor Christopher Morley... y ¡cuánta razón tiene!. Las diversas formas en que se presenta la pasta permite incluso salir del paso ante invitados inesperados, o para servirla en una cena de gala. La pasta siempre es espectacular, fácil de servir y comer, rendidora y siempre propicia la plática en la mesa. Pocos otros platos se le asemejan. Los italianos se ufanan orgullosamente de las muchas formas que toma su platillo nacional y presumen que es posible servirla en una forma diferente cada día del año. ¿Hacemos la prueba?

Aunque los árabes, los chinos y los italianos se disputan el honor de ser los inventores de la pasta, la verdad es que parece que, tal como hoy la conocemos, es el resultado de una mezcla de esas tres culturas. Sin embargo, en Italia ya se comía ravioles en 1284, 13 años antes de que Marco Polo regresara de la China. Los tomates ya fueron añadidos luego del descubrimiento de América, en el siglo XV. Los hispanos debemos el nombre de "fideo" (una estilo de pasta) al árabe fidáwš, que llegó al latín como "filo" o "hilo". En otros idiomas, el inglés por ejemplo, al fideo se le llama "noodle", quizá en referencia al "nudo" (del latín nodus). Según la Wikipedia, "la primera referencia escrita a los fideos fue escrita procedente del este de la dinastía Han entre el año 25 y 220 CE. En octubre de 2005 se descubrió el fideo más viejo del mundo en Lajia (cutura Qijia) a lo largo del río amarillo en Qinghai, China. Se han datado con una antigüedad de 4,000 años y que se han podido elaborar con mijo setario y mijo." También los japoneses y los coreanos tienen una larga tradición de consumir fideos. Hoy son muy conocidos y consumidos los fideos instantáneos, en diversidad de marcas y presentaciones. pero no piense que son un invento moderno, ¡qué va! (esa es otra historia).
Otra ventaja de la pasta es que usted puede preparala en casa, si lo prefiere solamente amasando los ingredientes con sus manos, o empleando una variedad de máquinas y utensilios muy baratos que se comercializan ampliamente. El resultado siempre será... ¡delicioso y nutritivo!
Pero, recuerde que el secreto está en la cocción: Hierva primero abundante agua (la pasta debe nadar), luego, poco antes de echar la pasta, agregue dos cucharaditas de sal (no deje hervir la sal junto con el agua), si desea agregue un chorrito de aceite (de preferencia de oliva) para evitar que se peguen. Tome en cuenta que la mayoría de la pasta comercial que se expende no requiere que usted agregue aceite durante la cocción. También respete el tiempo de cocción indicado en el paquete, o vaya probando "al dente", cuando considere usted que la pasta ya está cocida a su gusto.
Aunque les he prometido a mis hijos, para nuestros próximos almuerzos juntos cambiar la salsa (a una verde a base de albahacas y espinacas y pollo deshilachado -tengo un amigo experto en deshilachar el pollo sancochado-), la pasta seguirá presente en nuestros habituales encuentros domingueros, siempre cubriéndolos con abundante queso rayado, uno de las muchas variedades disponibles en mi ciudad. Pero ellos saben que lo que nunca faltará en mi mesa es la tranquilidad y una buena conversación edificante, la mejor base para nutrir el espíritu, a la vez que alimentamos a nuestro cuerpo.