No sólo las personas ateas, sino incluso muchos teólogos de las diferentes iglesias de la cristiandad y millones de creyentes devotos creen (o han sido enseñados) que Adán y Eva deben ser considerados como una alegoría o personajes de leyenda, y no como personas reales que algún día existieron y vivieron en esta misma Tierra. Como dice un refrán conocido "cada uno es dueño de su verdad".
La Biblia en cambio, que contiene la narración acerca de la creación de Adán y Eva que usted puede leer detenidamente en los capítulos 1 y 2 del libro de Génesis, aporta elementos valiosos a se tomados en cuenta. Veamos.
En el primer siglo de la era común, cuando ya estaba muy difundida la filosofía griega y el conocimiento se había hecho más abundante que en la época en que Moisés registró las palabras del Génesis sobre Adán y Eva, el apóstol Pablo no titubeó al declarar: "(Dios) hizo de un solo hombre (Adán) toda nación de hombres, para morar sobre la entera superficie de la tierra" (Hechos 17:26).
El mismo escritor de los Hechos de los Apóstoles, el médico Lucas, al iniciar la genealogía de Jesús, dijo: "Jesús mismo, cuando comenzó su obra, era como de treinta años, siendo... hijo de David... hijo de Abrahán... hijo de Adán" (Lucas 3:23-28), considerando a Adán como un personajes histórico a la altura de David y Abrahán.
Pero quizá el argumento más convincente venga del mismo Jesucristo, quien en una ocasión, al menos, dijo: "¿No leyeron (en Génesis 1:27; 2:24) que el que los creó desde el principio los hizo macho y hembra y dijo: "Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre, y se adherirá a su esposa, y los dos serán una sola carne"?". ¿En quienes estaba pensando Jesucristo? Es obvio que para él, Adán y Eva no eran seres mitológicos, sino seres reales que habían creados en un momento determinado del pasado.
Ahora bien, ¿por qué podía Jesucristo estar tan seguro de la existencia real y de la creación (no de la evolución) de los primeros humanos? Porque sencillamente él estuvo presente en todo el proceso de creación, como lo dice Colosenses 1:15-16: "Él (Jesucristo) es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación, porque por medió de él, todas las otras cosas fueron creadas en los cielos y sobre la tierra, las cosas visibles y las cosas inviibles, no importa que sean tronos , o señoríos, o o gobiernos, o autoridades. Todas las otras cosas han sido creadas mediante él y para él". No cabe duda que Jesucristo sabía lo que hablaba y para él, que participó en la creación conjunta de Adán y Eva (Génesis 1.26), eran personajes reales, no una simple leyenda.
Indirectamente, Jesucristo también confirmó de la existencia y muerte de los primeros humanos. ¿Cómo? Al hablar de Satanás el Diablo dijo: "El Diablo... es mentiroso y el padre de la mentira... ese era homicida cuando principió" (Juan 8:44). ¿Quién estaría más interesado en que la gente no llegué a un conocimiento exacto de la verdad? No es Dios ni Jesucristo, por supuesto (Juan 18:37; 1 Timoteo 2:1-4), sino el padre de la mentira, Satanás (2 Corintios 4:4). Pero, si Adán y Eva nunca existieron, ¿cómo fue Satanás homicida cuando principió? (Génesis 3:1-19) No habría ninguna culpa en el Diablo, ¿no es cierto?
Pero el punto central, por el cual todo cristiano debería reconsiderar su postura respecto a este importante asunto, radica en el hecho de que la existencia de Adán y Eva llega a ser el punto central de nuestra esperanza cristiana. ¿Por qué?
Reflexionemos en las palabras del apóstol Pablo: "Así también está escrito: 'El primer hombre Adán vino a ser alma viviente (Génesis 2:7).' El último Adán (Jesucristo) llegó a ser un espíritu dador de vida. El primer hombre procede de la tierra y es hecho de polvo; el segundo hombre procede del cielo" (1 Corintios 15:45, 47). Si se niega la existencia real de Adán, entonces el sacrificio redentor de Jesucristo carece de valor y la muerte es nuestra única esperanza. Eso equivaldría a repudiar la entera fe cristiana, algo que conviene obviamente al Diablo.
Por el contrario, aunque demoró un tiempo, la descendencia prometida en Génesis 3:15, sí se presentó en la persona de Jesucristo en el siglo I de la Era Común (Gálatas 3:16), y ofrendó su vida, de acuerdo al propósito divino, como un sacrificio propiciatorio por los pecados del mundo (Juan 3:16; 1 Juan 2:1-2), incluso del pecado heredado por el desobediente Adán, quien transmitió a su prole la imperfección, el pecado y la muerte: "Por eso, así como por medio de un solo hombre (Adán), el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado... Porque si por la ofensa de un solo hombre (Adán) muchos murieron, mucho más abundaron para los muchos la bondad inmerecida de Dios y dádiva gratuita con la bondad inmerecida por el solo hombre Jesucristo (el segundo Adán)..." (Romanos 5:12-19).
Así que al leer detenidamente estos y otros pasajes bíblicos, nos damos cuenta de la importancia de reconocer con fe firme la existencia real de Adán y Eva, y que, como muchos científicos están llegando a la conclusión que ya se encuentra en la Biblia, provenimos de un solo tronco común que se hallaba en algún lugar indeterminado de la Mesopotamia (haga investigación el lector). Por lo tanto, nuestra esperanza es obrar en armonía con el Creador, por cuya voluntad existimos y fuimos creados (Revelación 4:11). Muy pronto, todos los mentirosos (Revelación 21:8), los que no conocen a Dios ni obedecen las buenas nuevas -que incluye el sacrificio redentor de Jesucristo -(2 Tesalonicenses 1:6-9), los que están arruinando la Tierra (Revelación 11:15, 18), e incluso Satanás, el Diablo (Hebreos 2:14; Revelación 20:10) serán eliminados para siempre. Los efectos nocivos del pecado de Adán y Eva habrán sido corregidos y la humanidad obediente disfrutará de la reconciliación total con su Creador... esa sí es una esperanza por la que bien vale la pena luchar y vivir.