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martes, 8 de septiembre de 2009

¿Existe la dieta pefecta?

Por Joseph Mac Lean

S oy muy poco dado a dar consejos respecto a la salud o la nutrición, pues es un asunto muy complejo que envuelve, en la mayoría de los casos las preferencias y necesidades íntimas de cada persona. Sin embargo, en vista de los abundantes casos de anorexia y bulimia (considerados "trastornos alimenticios") me puse a razonar acerca de si existe la dieta perfecta.
Personalmente dejé de cenar a la edad de 25 años, y sólo lo hago en contadas ocasiones, en especial en eventos sociales o cuando acepto alguna invitación de amigos o parientes muy queridos, que no conocen mi decisión personal. Mis muy contados amigos más cercanos, y ciertamente todos mis parientes, la conocen y respetan. Dado que de muy niño tendía a la gordura (cuanto sufrió mi madre para darme a luz, sólo ella lo sabe, pues yo no me acuerdo por ser muy, pero muy chiquito), decidí controlar mi peso de alguna manera.
En mi juventud, puesto que era muy deportista, mantuve un peso ideal, pero cuando tomé un trabajo sedentario, dejé de practicar deporte y mi buen sueldo me permitía comer lo se me antojase, para el verano de 1979 me di cuenta que toda la ropa que había usado la estación anterior ya no me quedaba. Entonces, tomé cartas en el asunto. Aunque disfruto de comer, desde un desayuno bien nutritivo (la base de mi alimentacíon está en ese dichoso momento), un almuerzo abundante y una cena-lonche muy frugal, hasta terminar con algún tentenpié bajo en calorías y azucares al caer la noche, el infaltable ingrediente principal en mi dieta es la paz. No tolero discusiones ni hablar de dinero ni oír quejas mientras como. Cuanta verdad encierra el proverbio bíblico 'Mejor es comer un pan seco donde hay tranquilidad y paz' (busque el lector la cita si desea).
Así pude más o menos mantener un peso controlado, hasta que en 1983, al año de casado llegué a pesar 83 kilos, unos 13 kilos más de mi peso ideal (70 kilos). Luego, lo estabilicé entre 75 y 78 kilos, hasta que en 2004 alcancé el mínimo de 72 kilos. Aunque al principio, muchos achacaban mi baja de peso a mi divorcio o algún malestar o enfermedad pasajera, la verdad es que, cuidando de no caer en los excesos que acarrea la bulimia y la anorexia, tomé control de mi alimentación, quizá lo que de momento era lo único que podía controlar, cuando todo lo demás se había desbocado en mi vida.
Sin embargo, hará cosa de seis meses, he notado (y los demás también) que me está creciendo el abdomen, y mi cara está "más llena de carnes", lo que, como única ventaja, se ha llevado unas cuantas arrugas. Es ahora donde me doy cuenta una verdad que escuché en la radio: "Más zapato y menos plato" (Dr. José Luis Pérez Albela). Y medité en que estaba nuevamente llevando una vida cada vez más sedentaria, leyendo, escribiendo y conversando (mi deporte favorito). Entonces decidí buscar una dieta adecuada para mí, la que sin morirme de hambre y sin privarme de los alimentos que sustentan mi espíritu especialmente, me permita recuperar una figura saludable y estética a pesar de mis años (sin pretenciones -ojo los puristas, el DRAE permite también esta forma).
Tomé la inciativa de caminar más y más enérgicamente, comencé a consumir yogur junto con cereales y frutas, controlé mi consumo de harinas blancas, y tomo ahora más agua de lo que hacía en los últimos meses. También ahora echo menos azúcar en mis bebidas, aunque no pienso suprimirla del todo, como algunos me aconsejan. Iguamente, he añadido a mi dieta diaria cuatro cucharadas de harina de linaza, y ya he notado abundantes beneficios en mi salud. Y, finalmente, he sustituido parte de mi ingesta de Coca-Cola (sólo una parte) por infusiones de cebada, linaza y otras hierbas deliciosas, así como jugo de piña (para mi endurecido y terco riñón derecho) y porque se me han declarado varices en mi pierna derecha (aunque era de esperar pues es una condición genética de mi familia).
Otra costumbre que he adquirido es que un día a la semana (a mi elección, sin presiones ni angustias) me alimento sólo de vegetales y líquido sin azúcar, excepto mis infaltables dos tazas de café (con menos azúcar claro está). Y aunque no he decidido si inscribirme o no en un gimnasio, de hecho he incrementado mi actividad saliendo más a menudo, caminando más, y pronto correrré un poco más cotidianamente, o me compraré una bicicleta.
Confío en que los efectos de esos cambios se vean en mi silueta y salud muy pronto. Pero debo estar alerta, pues mis genes están sólo dormidos y al menor descuido vuelven a tomar control de mi cuerpo con el deterioro consiguiente. Por eso, usted también busque la dieta perfecta para su caso, más por salud que por estética, o ambas a la vez y viva más saludablemente y en forma feliz, al minimizar los riesgos que trae el sobrepeso.