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martes, 15 de septiembre de 2009

Mafalda, vive por siempre


Por Joseph Mac Lean

Han pasado muchos, muchos años desde la primera vez que tuve entre mis manos las tiras cómicas de mafalda, la creación del genial periodista-dibujante argentino Quino. Y cada vez que las vuelvo a leer, siento ganas de reís y de pensar, pues esa niña nos muestra su procupación por la humanidad, la paz mundial y el destino de la civilización. Su rebeldía en contra del mundo diseñado por sus mayores, a pesar de que ella disfruta de las "comodidades" de la clase media, asiste a la escuela, viste decorosamente, vacaciona regularmente y se da el lujo (negado para millones de otros niños en el mundo que ella detesta) de rechazar la sopa que le ofrece con regularidad su siempre atareada madre.

Mafalda tiene el privilegio de contar con un círculo de amigos dispares, pero con los que comparte juegos, sueños y muchas tardes en el parque imitando a los vaqueros del medio-oeste norteamericanos. También, esta adorable niña puede disfrutar de su platillo favorito: los panqueques.

La familia de Mafalda de ningún modo se podría considerar una que sea disfuncional. Está compuesta de un padre trabajador, amante de las plantas de interior, una madre que se ocupa casi hasta la obsesión del microambiente del departamento que la familia ocupa. Guille, el hermanito menor de Mafalda, viene a completar el grupo familiar, quien, a diferencia de Mafalda, adora la sopa, pero odia la mortadela.

Y que decir de Felipe, Manolito, Susanita, Miguelito y Libertad, cada uno con su peculiar modo de asimilar y enfrentar el mundo que les rodea. Cada uno con sus sueños y aspiraciones, sus temores y sus valores. Toda una delicia para la imaginación y el sano entretenimiento.

Es por eso, y mucho más que Mafalda seguirá viviendo... ¡Gracias Quino! ¡Gracias Mafalda... vive por siempre!