Por Joseph Mac Lean
Hoy el mercado editorial está en boga, que duda cabe. Sin embargo, aunque las librerías están abarrotadas de libros, y venden por miles, no toda esa producción literaria tiene la suficiente calidad como para ser condiderada una lectura digna. Por supuesto, los gustos varían y todavía sorprende que un libro lleno de violencia sea el "más vendido" (best-seller) en una época en particular, para luego caer en el más sorprendente de los olvidos.
Muchas ediciones de buenas obras o autores pasan desapercibidos, porque después de todo las editoriales se dedican a un negocio, y nada más. Producto que no se vende, se remata o se destruye, así de simple. Los autores, lejos de su vocación literaria, sufren la presión de sus editores para producir más y más, en desmedro de la calidad. Crear una obra literaria de algún valor artístico demanda tiempo (en promedio dos años para una novela y mucho más para un ensayo). Empero, las editoriales exigen a los escritores "exitosos" (en ventas por supuesto, una o dos novelas por año.
Por eso, es tan importante que los padres y las autoridades educativas planifiquen lecturas que incentiven la lectura y la selección de géneros literarios y autores. Por supuesto, cada nación tiene sus llamados "clásicos" y un escolar o universitario debe conocerlas y haber leído la mayor parte para cuando culmina sus estudios. Pero esa es una lectura por "deber". Sin embargo, la lectura por "placer" es otra cosa muy distintay quizá mucho más remuneradora.
No es muy difícil elegir una o más obras o estilos literarios, sin dejar de lado, de vez en cuando, el incursionar (o probar) algunos otros. Personalmente, planifico mis lecturas de modo alternativo, y aunque tengo mis escritores favoritos, inserto en mi calendario de lecturas a algún autor nuevo. Adquiero algunas de sus obras (previa verificación de la crítica especializada y de amigos que son ávidos lectores, en cuyo criterio confío) y planifico el orden en que leeré sus obras. Rara vez leo dos obras seguidas de un mismo escritor.
He recopilado una lista con casi 10,000 títulos de Obras de la Literatura Universal y es obvio que no alcanzaré a leerlas todas, y menos adquirir siquiera una parte significativa de esa cantidad. De hecho, se calcula que actualmente el mercado editorial ofrece, tan sólo en español, unos 60,000 títulos de novelas, poemarios y cuentos. Ni hablar de ensayos, monografías y libros técnicos, enciclopedias o los llamados Históricos no literarios. La oferta es impresionante, por tal motivo es necesario ser selectivo, y mucho más si es que leemos en un segundo idioma.
Hace poco hice una búsqueda de libros que me parecieron interesantes, pero que ya no se encontraban en ninguna librería de Lima y en las líbrerías "online" aparecían pero como "UNAVAILABLE" o "No disponibles". No estaban fuera de catálogo, pero sencillamente no existían físicamente en el inventario, si alguna vez estuvieron. Bueno, mi lista personal alcanza la modesta suma de 8,000 títulos, tan sólo en español (por el momento). Felizmente, he podido conseguir algunos de ellos en los sitios de descarga gratuita de libros y ahora forman parte de mi biblioteca (en una impresión rústica pero de fácil lectura) esperando su turno para su lectura correspondiente (si no ¿cuál es la gracia?) .
Es que en verdad, el lector no tiene por qué estar esclavizado a los dictados de la moda (antigua o moderna) de las editoriales. Los cursos de literatura nos proveen de la base adecuada para conocer a los autores que marcaron una época y que trascendieron su ámbito local, nacional e incluso generacional. Una persona medianamente culta debe aprovechar ese bagaje de conocimientos y esforzarse por leer al menos un 60 u 70% de los libros recomendados en dichos cursos, si no todos. De otro lado, hay autores prescindibles para uno y uno debe descubrir cuáles son, sin presiones de ninguna otra clase. Es un asunto subjetivo de simple selección personal.
En boca de los expertos y de los que no lo somos tanto, la clave para leer, en especial una obra literaria, es reconocer si nos engancha o no, y esto debe suceder casi desde el principio. Por ejemplo, en mi caso particular, adquirí "El cuaderno dorado" de la inglesa Doris Lessing, Premio Nobel de Literatura, pero dejé la obra a la mitad, pues, pese a mi empeño la obra sencillamente no me decía nada. Pasaba una página tras otra... y nada; así que decidí "posponer indefinidamente" su culminación. Sin prejuicio alguno, he colocado "La buena terrorista" y "El quinto hijo", de la misma autora inglesa, en la parte final de mi "lista de espera". Igual me ha pasado con la llamada mejor novela argentina del siglo XX, "Sobre héroes y tumbas", de Ernesto Sábato. Por más que el ambiente en que se movían los personajes eran de mi agrado (le bella ciudad de Buenos Aires), la trama me era intrascendente, así que igualmente la dejé... para otra ocasión. (No soy muy adicto a escritores latinoamericanos, y he leído lo suficiente de ellos como para escoger muy bien lo que leeré o no de ellos). Dos novelas más, aunque las terminé, tuvieron el mismo efecto al final: ¡Nada! -"Los amantes", de Morris West y "La insoportable levedad del ser", de Milan Kundera, auqnue a otras personas le parecieron impresionantes.
Hasta ahora, todavía recorro una que otra librería (vea: "¿Se acerca el fin del libro?") en busca de "novedades" (al menos para mí). Cuando puedo, compro una que otra novela y la mayor de las veces acierto. También acepto los "préstamos" de mis amigos. Tal es el caso de "El tambor de hojalata" de Günter Grass (actualmente en plena lectura) y "Mila 18" de León Uris, que está ahora colocada en la gaveta de mis "posibles re-lecturas" (del mismo autor me queda pendiente "Éxodo", por ejemplo). Desde principios de año, mi hija me viene pidiendo que lea "Ivanhoe" de Walter Scott, para tener algo adicional que incorporar a nuestras conversaciones. La tengo en mi gavetero de "próximas lecturas" y pronto lo haré, de seguro.
Por supuesto, las editoriales no siempre buscan el dinero. Por eso, a veces apuestan por autores jóvenes que algunos terminan siendo toda una revelación, con el tiempo. Hay otros autores que rara vez son publicados, o en tiradas muy pequeñas, debido a su convicción religiosa o política, o simplemente por una aintipatía absurda hacia su persona. Su obra, entonces, queda de lado. Felizmente existen muchas editoriales independientes con obras realmente excepcionales.
Hay que tener en cuenta, por otro lado, que si un autor vende (y mucho), es que algún valor debe tener su estilo o su obra. Debemos recordar, y no escandalizarnos, que una novela se trata simplemente de simple literatura, por tanto es pura ficción, aunque se base en uno que otro hecho histórico. A veces cuando digo que he leído "El evangelio según Jesucristo" y que planeo adquirir y leer "Caín", ambas de José Saramago, no falta uno que otro me levante las cejas en señal de muy mal disimulada desaprobación. Ese autor portugués, Premio Nobel de Literatura, es conocido por su ateísmo y desparpajo en criticar toda clase de religión, y la Biblia en especial. Pero basta con leer la introducción que hace el propio José Saramago de sus obras y entenderemos que es simple ficción literaria.
Como toda obra humana, en especial las de carácter religioso ("Ángeles y demonios", "El Código da Vinci", "La Puta de Babilonia", "La Santa Alianza", o cualquiera otra), basta con evaluarla a la luz de la "sabiduría de arriba" que es más alta que los pensamientos de los hombres, a fin de no ser llevados como las olas por toda suerte de enseñanzas y criterios personales o filosóficos (a menudo estrambóticos y descabellados y no pocas veces irracionales). Un conocimiento exacto de Dios y su voluntad y propósitos es más que suficiente para impedir verse sacudido pronto de la fe verdadera. Y aunque "la fe no es posesión de todos", tampoco es muy difícil de adquirir y conservar. Lo sé por experiencia personal.
Así que nuevamente les animo a preparar una lista de obras literarias y reservar unos minutos al día para incrementar su nivel cultural. Empiece con obras breves, algunas novelas policiales o históricas, para luego poco a poco ir incrementando los títulos y autores. Lea con mente abierta y alerta, sin prisa, y no es necesario que acepte (y menos adopte) toda clase de dichos, por muy renombrado que sea el escritor (no 'acumule maestros que le regalen los oídos'). Piense en las razones que da para cierta declaración, puede que haciéndolo comprenda mejor por qué la filosofía de este mundo ha llevado a la ruina a la entera raza humana y la ha conducido a lo que algunos llaman "la involución del género humano". Pero, recuerde: los libros no tienen toda la culpa. Los lectores deben también aportar lo suyo.