Es cierto que en la Biblia no se emplea la palabra "homofobia", pues esta fue acuñada recién en 1969 para referirse al odio o temor irracional (como todo fobia) o aversión extrema hacia los homosexuales. Incluso hoy en día, muchos idiomas carecen de un vocablo propio semejante a esa palabra española, sin embargo existen registros en diferentes culturas y épocas históricas de muchos pueblos que relatan el rechazo que sentían hacia los homosexuales.
En virtud a la llamada "marea gay" o "marea rosa", es decir la agresiva campaña publicitaria iniciada especialmente en la década de los sesenta del siglo XX, se ha difundido la idea de que la homosexualidad es aceptable, incluso para el Creador (como sea que se llame) y que ser homosexual es una opción más entre muchas otras alternativas para expresar su propia sexualidad. Colaborando con las luchas por los derechos civiles en otros frentes más nobles -ofreciendo su apoyo, sus votos y sobre todo, su dinero y fama- han ido obteniendo tanto el reconocimiento y el respeto público tan deseado. En especial, en Europa y América del Norte, los homosexuales obtienen cargos públicos (o los mantienen una vez revelada su homosexualidad), e incluso acceden a altos cargos eclesiásticos en las diferentes comunidades religiosas en muchos países. La tolerancia, al menos, campea en un lugar tras otro. Sin embargo, a veces secretamente, muchas personas siguen condenando y despreciando la homosexualidad. Por eso cabe la pregunta: ¿Se puede ser cristiano y homofóbico?
La homofobia puede presentarse de diversas formas, algunas muy sutiles. Puede ser motivo de burla (incluso en programas de televisión o películas), hasta llegar al hostigamiento expreso y la violencia extrema. Nos es raro oír de vez en cuando en las noticia (aunque la realidad supera ampliamente a las estadísticas oficiales), que muchos homosexuales son asesinados de manera brutal, como sucede actualmente en Colombia, México, España, entre otros, incluso en los liberales Estados Unidos.
En el Perú, han sido asesinados varios personajes públicos de manifiesta (o a veces velada) práctica homosexual. El ensañamiento de los victimarios hace pensar en un odio irracional, hasta pasional para algunos, y cometido a menudo por quienes mantienen relaciones sexuales de ese tipo con las víctimas. Se informa que en el Perú, en el primer semestre de 2009, al menos 140 homosexuales han sido brutalmente asesinados, y cientos reciben maltratos de toda clase, incluso de la policía y el serenazgo (una especie de policía municipal sin armas de fuego). Muchas víctimas, o sus familiares, por temor o por vergüenza, no denuncian esos hechos y los agravios se registran bajo otras causas. Por eso, la mayoría de los victimarios (delincuentes comunes al fin y al cabo) quedan impunes y es probable que sigan cometiendo esa clase de delitos. Sólo los casos de los famosos llega a la prensa y ocupa la atención de las autoridades.
Nos es extraño que líderes religiosos se manifiesten abiertamente en contra de la práctica de la homosexualidad. Así, la Iglesia Anglicana, por ejemplo, no ha superado una controversia que ha dividido a su grey, respecto al nombramiento de un obispo de manifiesta inclinación homosexual. De otro lado, la Iglesia Ortodoxa Griega, en especial, siempre ha manifestado un odio profundo hacia los homosexuales. No es raro observar en la prensa mundial, las marchas encabezadas por sacerdotes griegos ortodoxos portando pancartas alusivas en las que expresan claramente, desde su punto de vista, la condenación eterna que les espera a los homosexuales.
¿Qué dice Dios en la Biblia?
La Ley mosaica, que condenaba a muerte a todos los homosexuales (incluso al llamado "activo" o "bisexual"- Levítico 18:22), dictaba la pena de muerte para los adúlteros (hombres y mujeres por igual) heterosexuales y para los que practicaban coito con animales (Levítico 18:20, 23). No había ninguna discriminación al respecto. Para el siglo primero, incluso después de la llegada del Mesías, Dios no cambió de punto de vista, pese a lo difundida que estaba la homosexualidad (no existía ese vocablo en esos tiempos, pero sí la práctica) en la cultura greco-romana. Hay biblistas incluso, que dicen que los "perros" mencionados en Revelación 21:8, se refiere a los prostitutos masculinos que abundaban en calles y plazas del imperio romano y que abarca a los que participaban con ellos en ese comercio carnal.
Es patente que Jehová, el Padre y Creador, no aprueba la homosexualidad, pues destruyó a las ciudades circunvecinas de Sodoma y Gomorra, por su evidente "uso contranatural de la carne (Génesis 13:13; 18:20; 19:4-11; Judas 6-7), cuando Él consideró como extremada tal práctica. Incluso estaba dispuesto a perdonar a dichas ciudades si hallaba diez rectos en ellas (Génesis 18: 20-32). Para Dios, la homosexualidad es y seguirá siendo "abominable", "detestable". Por eso, como dice Judas 8, es comprensible que los homosexuales se "entreguen a sueños" pensando que la misericordia divina pasará por alto sus faltas y les perdonará indefinidamente, tolerando sus prácticas, contrarias a la ley natural y revelada. Nada más lejos de la realidad. Pese a los vanos intentos por reinterpretar, si no adulterar la Palabra de Dios, la condena es clara: les espera la muerte segunda, es decir la inexistencia. Para Dios, la fornicación, sea cual sea la forma en que se practique, o los eufemismos que se creen para disimularla, es intolerable y por consiguiente digna de una condena justa.
Debido a esa postura tan firme de parte del Creador, algunas personas, incluso cristianos muy devotos, manifiestan un odio extremo hacia los homosexuales en general. Unos son más manifiestos que otros, e incluso apoyan sus sentimientos (y hasta acciones) en textos como los Salmos 97:10 y 139:21, 22, entre otros. Pero, en verdad, ¿justifican esos textos la violencia de cualquier tipo en contra de personas homosexuales. Definitivamente no, y veamos por qué.
Para empezar, debemos aceptar que Dios, que puede leer los corazones de todo ser humano (1 Samuel 16:7) conoce todos los antecedentes y circunstancias que conducen a alguien a adoptar prácticas contrarias a su voluntad, incluso la homosexualidad. Puede deberse a ignorancia de la ley divina (Romanos 1:24-27), o a la falta de conocimiento exacto de la verdad revelada (Romanos 10;2-3). Por eso, es incorrecto pensar que los seres humanos, todos imperfectos (Romanos 3:23), podemos juzgar acertadamente siempre. Nada más lejos de la verdad (Jeremías 17:9, 10), así obtengamos mucho conocimiento y entendimiento bíblico. Por eso, es necesario ejercer cautela y no precipitarse a odiar a quienes de un modo u otro violan, abierta o secretamente, las leyes divinas. Jamás pensarán en infligir daño físico o verbal hacia otras personas, incluso si estas le causan daño. Siempre un cristiano verdadero se esforzará por 'ser pacíficos con todos los hombres' (Romanos 12:9, 7-19). De no ejercer cautela, podemos caer en el juego de la "doble moral" y ser tolerantes con otras prácticas igualmente condenables en la Biblia.
De hecho, la Biblia reconoce que un homosexual, al igual que cualquier otro fornicador, los borrachos inveterados, los ladrones y otros injustos, pueden cambiar, o al menos esforzarse por abandonar tales prácticas, y ser acogidos no sólo en la comunidad cristiana, sino ser aceptados en el venidero Reino de Dios (1 Corintios 6:11; Revelación 7:9-13). Sólo los que tercamente desprecien los principios divinos, recibirán 'el castigo judicial de destrucción eterna' (2 Pedro 2:6-7); pero el encargado de tal juicio es el propio Señor Jesucristo junto a sus huestes celestiales (2 Tesalonicenses 1:6-9).
Por eso, lejos de desplegar un odio irracional, incontrolable, el cristiano verdadero debe extender su misericordia, en imitación al amor de Dios (Efesios 5:1) y compartir, incluso con homosexuales manifiestos, lo que es la 'buena, perfecta y acepta voluntad de Dios' (Romanos 12:1, 2), la cual incluye que "hombres de toda clase se salven y lleguen a un conocimiento exacto de la verdad” (1 Timoteo 2:3, 4). Si la falta de conocimiento exacto de la voluntad divina conduce a prácticas detestables, podemos concluir que llenarse de conocimiento exacto moverá los corazones de aquellos que se hallan alejados de la gracia divina, aun desconociendo este hecho. Es posible que la poderosa Palabra de Dios, que puede discernir pensamientos e intenciones del corazón (Hebreos 4:12), y que permite 'rectificar las cosas' (2 Timoteo 3:16-17), ayude a algunos individuos, si no a todos, a 'rehacer la fuerza que impulsa sus mentes' (Efesios 4:22-24) y se vistan de la nueva personalidad cristiana que es acepta a la vista de Dios. Sólo el que hace la voluntad del poder, recibirá el don de la vida eterna (Mateo 7:21).
Los que desprecien la paciencia de Dios (2 Pedro 3:9) y persistan en cualquier práctica contraria a la ley divina, le espera 'la muerte segunda', es decir la inexistencia. Para consuelo de muchos, y en armonía con la misericordia y la justicia de Dios, (que "no es parcial"; Hechos 10:34-35), los homosexuales que han muerto antes del venidero Armagedón, podrán volver a la vida aquí a la Tierra convertida en un paraíso, debido a que su muerte borró todo pecado. El mismo apóstol Pablo que escribió, bajo inspiración divina, la más clara condena a la homosexualidad, también dijo: "Porque sabemos que nuestra vieja personalidad fue fijada en el madero junto con [él], para que nuestro cuerpo pecaminoso fuera hecho inactivo, para que ya no sigamos siendo esclavos del pecado. Porque el que ha muerto ha sido absuelto de su pecado" (Romanos 6:6, 7).
Dios recomienda su amor y gran paciencia al extender la oportunidad de vida a todos, dando la vida de su Hijo amado a favor de toda la humanidad, incluso los pecadores extremos (Juan 3:16; Romanos 5:8), como sucedió con Saulo, un fariseo judío y asesino de cristianos, pero que se convirtió en el apóstol Pablo. Por lo tanto, aunque podemos despreciar la práctica de la homosexualidad, todavía debemos cuidarnos de no desarrollar un odio asesino en nuestro corazón hacia las personas homosexuales, aunque sea oculto o disimulado (1 Juan 3: 10-15). Mientras haya tiempo oportuno, debemos compartir la verdad bíblica por todo medio posible y extender toda la ayuda posible para que tales personas se reconcilien con Dios o permanezcan en su favor. Toda otra acción es completamente inconcebible para el cristiano verdadero.
(Por falta de espacio, se invita a los lectores a buscar las citas bíblicas en su propio ejemplar de la Biblia. Con frecuencia, es provechoso cotejar en varias traducciones que tengan disponibles)