En un mundo tecnificado, con tantos aparatos modernos y de fácil acceso para los jóvenes, uno pensaría que ya no necesitan mucho más, pero la realidad demuestra que no es así. Básicamente, los jóvenes de nuestros tiempos tienen las mismas necesidades de siempre: Disciplina, Instrucción y Afecto. Es decir, para simplificarlo: DIA; así resulta mucho más fácil recordar estas cosas esenciales, si a usted le toca cuidar, educar o guiar a personas jóvenes.
Los aparatos modernos, en especial el celular, facilitan sobre todo la comunicación. Pero, ¿está garantizado que harán buen uso de ellos? Lo más fácil, para los padres, es negarles el acceso a ellos. Sin embargo, los están incapacitando para lidiar más adelante en el ambiente amical y laboral que les tocará vivir. Y no sólo es el celular, sino la Internet, los videojuegos y los dispositivos móviles de oír música o ver películas o la televisión. Casi todos esos artefactos están diseñados para aislar, de un modo u otro, a sus hijos de las personas que deben cuidar de ellos.
La juventud pasa rápidamente, apenas dura unos pocos años (unos diez apróximadamente). Un ser humano alcanza en promedio la madurez, en casi todo aspecto, alrededor de los 25 años; y la pubertad dura entre los 11 y los 15 años, aproximadamente. Sin embargo, esos años son tan importantes como los primeros 7 años de vida en que se forma la personalidad de un individuo, es decir la esencia y raíz propia de la persona interior. Claro está, que la pubertad y la adolescencia no están libres de altibajos ni turbulencias, que a menudo los jóvenes no saben sobrellevar. Una razón es que desconocen los cambios que están sufriendo y sus efectos.
También, los padres y maestros no hacen los ajustes pertinentes en su modo de educarlos, pues deben reconocer que el muchacho o la muchacha necesitan no sólo de más libertad de movimiento, sino también mayor libertad de expresión y selección del estilo de vida que más le acomode a la persona. Además, los jóvenes empiezan a tener ideas y sentimientos propios, a veces diferentes a los de sus padres y necesitan revelarlos y así ganarse el respeto de otras personas, en especial de sus padres y maestros.
Puesto que todo joven necesita ser oído, es bueno mantener largas conversaciones con ellos a fin de que no sólo nos revelen sus pensamientos, sino también (y es más importante) sus sentimientos. Muchos adolescentes parecen reservados y callados, pero si se les da la oportunidad de hablar, a veces sorprenden por la profundidad de sus conocimientos en alguna materia en particular, o sus impresiones y sentimientos respecto a la realidad local, nacional, e incluso internacional. Los jóvenes aprecian cuando los adultos les prestan una sincera atención y dedican tiempo a escucharles sin juzgales. Cuando ellos ven que usted suspende otras labores importantes y les escuchan, atención, consciente o incoscientemente se dan cuenta de que usted los considera aun más importantes. Pero, salvo para corregir alguna rudeza en la forma de hablar, guárdese de cortarles y espere su momento para encomiar su franqueza y llenar los vacios de información; ellos lo agradecerán. Como dice un refrán: "Sabiendo lo que tenemos, sabremos lo que nos falta". No se apresure a pensar que toda la juventud está perdida, porque no es así.
También es necesario que les ayude a escoger y cuidar bien de sus amigos. Tal vez a usted no le agrade alguno en particular, pero no se apresure a sacar conclusiones. Prepare a su hijo a estar atento a las "señales" que convertirían a una amistad en "indeseable", pero permítale que sea él quien decida romper todo contacto con esa persona. Si el peligro es evidente y su hijo no reacciona, entonces es momento de actuar con más firmeza. Anime siempre a su muchacho o muchacha a buscar personas "sabias y decentes" y provéales las armas necesarias para que aprendan a diferenciarlas. Evite a toda costa el prejuicio racial o socio-económico, o de cualquier otra índole. Más tarde o más temprano, tendrá que lidiar con toda clase de personas y mantener su propia integridad.
Finalmente, acepte el hecho de que hijo es una persona única en el mundo y que debe aprender a definir y defender su propia identidad. Si usted le ha inculcado buenos valores y le ha brindado los mejores ejemplos, difícilmente se apartarán de esa senda. Pero ese es un trabajo que empieza desde la infancia. Sobre todo, aprenda a darles razones que sustentan ciertos principios y los efectos benéficos y perjudiciales de cumplirlos o pasarlos por alto.
No hay duda, especialmente en nuestros días es muy dificultoso el lidiar con los jóvenes, pero es posible obtener una buena medida de éxito. Yo mismo lo he comprobado a lo largo de mi vida, pues hoy se cuentan entre la multitud de mis amigos a anteriores jovencitos y jovencitas a quienes tuve la dicha de guiar, de un modo u otro, en la etapa difícil de la adolescencia. Algunos me llama cariñosamente "papá". Creo sinceramente que valió muy bien la pena, más aun cuando eso me capacitó para la tarea de educar a mi propio hijo, y hoy enfrento la delicada misión de ayudar a mi menor hija a salir airosa de esta prueba que la vida nos da a todos. Sé que aplicando lo aprendido, especialmente de la Palabra de Dios, la experiencia acumulada y mis buenos deseos me servirán para cumplir de corazón esta tarea encomendada por nuestro Creador mismo. A nadie delegaría yo esa dichosa labor, que es ante todo un bendito privilegio.