A veces nuestros hijos nos sacan de quicio con sus errores, torpezas, pereza, necedad o sencillamente por sus travesuras. Pero, nada avergüenza más a los padres que el mal comportamiento de sus hijos en público. ¿Cómo lograr una medida aceptable de "buen comportamiento" de nuestros hijos sin recurrir a la extrema severidad y mucho menos al castigo físico? He aquí alguna sugerencias:
1. Cambie el entorno. Si su hijo gusta de jugar con los artefactos eléctricos, el control remoto, o cualquier otra cosa indebida, póngalos en un lugar inaccesible para él, y caso resuelto. Explicarle a un niño pequeño lo que pasará si se acerca a una ventana alta o a las escaleras es inútil, por eso mejor ponga algo que impida el acceso a ello. Si gusta de comer dulces antes de las comidas, oculte toda clase de golosinas de la casa y prémiele al final de cada comida con un delicioso postre. Déjele escoger el postre a él.
2. Teatralice. Sin llegar a ser demasiado tragicómico ni melodramático, enseñe a sus hijos la clase de comportamiento que es inadecuado en público (y hasta en la intimidad del hogar). Intercambien papeles y haga usted los berrinches, por ejemplo y deje que opinen sobre el asunto. Deje que expresen su vergüenza y dígales que usted, a pesar de ser adulto siente lo mismo.
3. Enséñeles a relajarse. Vivimos en un mundo caótico, aun para los más pequeños. Las dosis diarias de violencia e inmoralidad que los hijos reciben en la televisión, los videojuegos y la escuela no ayudan a calmarlos. Anímeles a tomar una ducha simplemente para sentirse más relajados, que hagan siestas (si es preciso muy prolongadas), o que aprovechen "su tiempo libre" en cosas provechosas (leer, jugar, algún pasatiempo, incluso fantasear). Si las cosas se salen de control en algún momento, detenerse y decir algo por el estilo (a mí me daba resultados): "A ver jovencito, manos atrás y míreme a la cara. Vamos a calmarnos y a hablar sobre este asunto...". Rara vez me fallaba esta estrategia y aun hoy puedo conversar con mi hijo de manera calmada acerca de cualquier asunto, aunque ya es un adulto muy crecido. Invitar a sentarse, o sentarse juntos, es un avance hacia la calma que nos permita discutr el asunto sin aspavientos innecesarios.
4. Enséñeles a responsabilizarse de sus cosas y sus actos. "Mamá, no encuentro mi...", se oye a menudo en los hogares... y la madre sale corriendo a buscar entre un montón de ropa limpia y sucia, y en un cuarto desordenado, la prenda que el hijo desea. Pero, ¿por qué está sucia y desordenada la habitación? Ella no lo hace sola, sino que la falta de supervisión ha permitido que el chico mantenga así su ambiente. Lo mismo sucede con las tareas escolares. Recuerde que el escolar es él o ella y no usted. Si usted siempre le hace sus tareas, cualesquiera que sean, ¿cuándo aprenderá el jovencito a ser responsable?
5.- Aplíque la técnica del aislamiento. Si no sabe comportarse en público (o sencillamente no le da la gana), no lo envíe a su habitación (a menudo su lugar predilecto, sobretodo si tiene televisor, radio, computadora, etc). No, sino enviélo a una habitación que a él no le agrade (la biblioteca, el cuarto de planchado, etc) y que permanezca simplemente allí sin hacer nada. Recuerdo una ocasión en que tuve que privar a mi hijo por una semana sin ver televisión. Él, que era muy inteligente, se "mudó" por un fin de semana largo a casa de sus abuelos, pensando quizás en burlar así el castigo. No contó que, mediante una simple llamada telefónica, sus abuelos fueron advertidos de mi disciplina y que apelaba a que me ayudaran a mantenerla. Huelga decir que pasó unos días maravillosos con sus abuelos, a pesar de que todos se privaron de ver la televisión, y el castigo se mantuvo en pie. Si no hay más remedio, mándelo a su habitación, pero sencillamente no le permita hacer nada: ni juegos, ni computadora, ni nada. Claro está, la duración del castigo es flexible y aprenda a ceder (que es también una enseñanza valiosa) si recibe las disculpas del caso de parte de su hijo.
6.- Dé señales claras. Si sus hijos no saben sus propios límites, incluso los de usted, difícilmente se detendrán a tiempo. Sin embargo, no siempre una conducta es inapropiada del todo. Por ejemplo, algunos hijos suelen irumpir en la habitación de los padres, pero habrá ocasiones en que eso es absolutamente inapropiado. ¿Saben sus hijos la diferencia? Lo importante es que sus hijos sepan de antemano cuando una conducta es aceptable y cuando no lo es, así como el lugar adecuado. Sea bondadoso con ellos indicándoselo de antemano, emplee la severidad en el castigo cuando sea preciso, pero sea misericordioso cuantas veces sea necesario, sea para pasar por alto la falta o para aplica una castigo poco severo.
7.- Hagan un trato. Anote en una hoja de papel la conducta inapropiada de sus hijos, enséñeles a obtener un trato justo y esté dispuesto a cumplir con su palabra empeñada. Aplique el castigo o la disciplina en caso su hijo no cumpla con su parte, pero dé el premio prometido si lo hacen. Pero tenga en cuenta que si desea corregir una tendencia o conducta indeseada, debe empezar por corregir las suyas propias. Si el cuarto de usted está desordenado, tiene el mal hábito de posponer las labores prioritarias por otras de menor valor, no cumple su palabra sin razón válida alguna, no da muestras de generosidad ni practica actos de bondad con frecuencia, no espere sino que sus hijos lo imiten. Si desea que sus hijos sean ordenados, sea usted ordenado; si desea que lean, lea usted con frecuencia; si quiere que sus hijos acostumbren a disculparse, tome usted la iniciativa.
Sobretodo, que sea su costumbre dominar sus emociones. No recurra a la violencia o la amenza como primera (y única) medida disciplinaria. Sus hijos aprenderán de usted a ser razonables. Se lo agradecerán toda la vida.