Tras la muerte de Cristo, empieza a circular un rumor entre los fieles. La lanza que mató al Profeta en la cruz tendría, al haber entrado en contacto con la Divinidad, poderes mágicos: quien la posea tiene asegurada la victoria en la guerra. A lo largo de la historia, grandes personajes como Carlomagno o Napoleón intentarán hacerse con la misteriosa lanza durante sus conquistas militares, pero sin éxito. Incluso en la Viena de 1912, un joven pintor fracasado llamado Adolf Hitler cae hechizado ante su influjo. En la misma época, Leni, adivina, se gana la vida trabajando en cabarets y clubes nocturnos. Cuando Hitler, tras la anexión de Austria, consigue hacerse con la lanza, parece que nada podrá detener la conquista del mundo por parte de los nazis. Sin embargo, en 1941, en plena batalla de Inglaterra, Hitler empieza a sospechar que la que está en su posesión no es la auténtica lanza sagrada. No duda en recurrir a la joven Leni y a sus poderes de videncia para localizar la verdadera lanza que, según unos manuscritos encontrados por los nazis, se encuentra en una peligrosa zona del norte de España controlada por el maquis.