- "Un corazón calmado es la vida del organismo, pero los celos son podredumbre a los huesos" (Proverbios 14:30)
- "La calma de la lengua es árbol de vida, pero el torcimiento en ella significa un quebrantamiento del espíritu" (Proverbios 15:4)
- "Los labios de los sabios siguen esparciendo conocimiento, pero el corazón de los espíritus no es así" (Proverbios 15:7)
- "Mejor es un poco en el temor de Jehová, que una abundancia de provisión, y, junto con ella, confusión. Mejor es un plato de legumbres donde hay amor que un toro cebado en pesebre y, junto con él, odio" (Proverbios 15:16,17)
- "Haz rodar sobre Jehová mismo tus obras y tus planes serán firmemente establecidos" (Proverbios 16:3)
- "Mejor es un poco con justicia que una abundancia de productos sin rectitud" (Proverbios 16:8)
- "Los dichos agradables son un panal de miel, dulces al alma y una curación a los huesos" (Proverbios 16:24)
- "Un hombre que para nada sirve desentierra lo que es malo y sobre sus labios hay, por decir así, un fuego abrasador" (Proverbios 16:27)
- "Mejor es comer un pedazo de pan seco con el cual hay tranquilidad que una casa llena de los sacrificios de la riña" (Proverbios 17:1)
La comida familiar
Muchos padres se quejan de que no tienen tiempo para atender todas las responsabilidades que la Biblia les invita a llevar a cabo. Sin embargo, pasan por alto que tienen muchas oportunidades de, sin exasperar a sus hijos (Efesios 6:4), tener conversaciones edificantes e instructivas en todo sentido, mientras comparten los alimentos cotidianos (Deuteronomio 11:18-19). Los padres atentos y piadosos no sólo proveen alimento material de calidad a sus familias, sino el entrañable ambiente cálido, libre de disputas y debates sin sentido, que amargan el espíritu (Efesios 4:31). Tampoco es asunto de convertir en un ritual, si no que dependiendo del momento o las circunstancias todos los miembros de la familia ansíen estar presentes, pese a sus variadas ocupaciones, en algunas de las comidas en familia.
¿Qué hacer?
Cada miembro de la familia debe aportar ideas sencillas para convertir un simple acto de "llenar el estómago" en todo un acontecimiento. Para empezar, los buenos modales en la mesa son fundamentales. Nadie debe gritar ni atragantarse de comida de modo que no pueda participar de la amena conversación. De hecho, como signo de buena educación, es propio dar gracias al gran Sustentador (Marcos 14:22,23), nuestro Creador antes de las comidas. En ocasiones, quizá también deseen orar al final (Deuteronomio 8:10-12); y, siendo una ocasión tan solemne, todos los miembros de la casa presentes deben participar de esa oración.
Así como la variedad de alimentos servidos contribuye al bienestar de todos, la variedad de temas de conversación edificante pueden ayudar a estrechar los vínculos de unión familiar. Aun los niños pueden aportar en estas gozosas ocasiones; ellos también forman parte de la familia. Evite tratar asuntos de disciplina o corrección a la hora de comer. Jamás prive a nadie de los alimentos que se merece a causa de algún hecho malo; imite a su Creador (Mateo 5:44-46). En otro momento se pueden manejar los asuntos que requieran disciplina y hasta algún tipo de castigo (Romanos 11:22).
Al finalizar cada comida, no hay necesidad de que siempre todos salgan presurosos a sus propias actividades sin necesidad. Una charla de sobremesa, participar en algún tipo de juego (armar un rompecabezas, algún reto lexicográfico, cantar, etc) unos minutos ayuda a que empiece sanamente la digestión. Quien se encargue de recoger la mesa y lavar los platos ese día, lo hará un poco más tarde, pero seguramente con un espíritu mucho más alegre y no verá esa tarea como una verdadera carga: es su contribución a la felicidad y salud familiar (Lucas 10:40-42; Juan 12:2). Jesús acostumbraba tener conversaciones de sobremesa con sus discípulos, su familia espiritual (Lucas 11:36), y en ocasiones trató asuntos sumamente vitales para su salud espiritual, como después de la última cena pascual, en que les reveló, una vez despedido el indeseable y traicionero Judas Iscariote (presuroso de justificar su paga injusta), que ellos serían incluídos en el "nuevo pacto" (Mateo 26:20, 26-30).
Aunque es Dios el gran Proveedor, jamás olvidemos de agradecer a quienes trabajaron duro por traer el pan a la mesa ni a quien se afanó, a veces largas horas, por prepararlo de un modo deleitable y nutritivo (Proverbios 3:28). Algún día los hijos añorarán la sazón familiar, en especial si les toca vivir situaciones difíciles (Lucas 15:17).
Siendo una actividad cotidiana, a veces se le pasa por alto en ser considerada una oportunidad más de mostrar la clase de celo piadoso que se requiere de personas de fe: "Cualquier cosa que estén haciendo, trabajen en ellos de toda alma, como para Jehová y no para los hombres, porque ustedes saben que es de Jehová de quien recibirán el debido galardón de la herencia." (Colosenses 3:23-24). Luego de Armagedón, Dios mismo se encargará que todos reciban una abundancia de alimentos, pero en plena paz y libertad de toda perturbación (Salmos 37:10-11; 29; 72:3, 7,12, 16). Mientras ese día glorioso llega, que se nos halle "en paz" (2 Pedro 3.14) incluso en el bendito privilegio de comer en familia.