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domingo, 1 de noviembre de 2009

"Caín", de José Saramago

Por Joseph Mac Lean

Si en El Evangelio según Jesucristo José Saramago nos dio su visión del Nuevo Testamento, en Caín regresa a los primeros libros de la Biblia. En un itinerario heterodoxo, recorre ciudades decadentes y establos, palacios de tiranos y campos de batalla de la mano de los principales protagonistas del Antiguo Testamento, imprimiéndole la música y el humor refinado que caracterizan su obra, que a veces raya con el sarcasmo.

Caín pone de manifiesto lo que hay de moderno y sorprendente en la prosa de Saramago: una fluidez de palabras, fáciles de seguir pero que conservan y animan la profundidad de pensamiento. A diferencia de otras de sus obras, aquí se ve precisado a recurrir a los nombres propios o personales.
Es claro que este laureado escritor no pretende honrar ni a la Biblia y mucho menos a su Autor. Parece que partes de la obra contienen rasgos autobiográficos, pues muchas de las cosas que escribe podrian darnos una pista acerca de la raíz y fuente de su acendrado agnosticismo y ateísmo. ¿Qué acontecimiento de su infancia o juventud, que rememora en palabras de Caín, le alejaron definitivamente de la fe en Dios?
Gran parte de la obra es ficción, de buena narrativa literaria, pero poco significado espiritual. Claro está que para las personas versadas en la Biblia, la obra resulta un verdadero disparate, no importa cuantos lauros tenga su escritor. De hecho una simple lectura pausada de los primeros cinco capítulos del Génesis sirve para desbaratar cualquier interpretación antojadiza de los sucesos descritos allí o de la ausencia de los detalles, que Saramago trata de completar a su propio estilo. Si este escritor portugués utilizara ese don para estimular al amor y las obras excelentes que sí promueve la Biblia, de seguro el premio Nobel tendría un perpetuo ganador.
Sin embargo, vale la pena leer esta obra que es, además, breve y entretenida en el sentido literario. Sin embargo, contrario al propósito del escritor, o tal vez veladamente a propósito, uno se ve precisado a volver una y otra vez a las Escrituras, y no sólo el libro del Génesis, sino a los enteros santos escritos. En mi caso particular, su lectura me ha permitido confirmar que si uno obtiene el conocimiento exacto provisto en la Biblia, nada ni nadie puede apartarlo del amor de Dios, su Autor.