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sábado, 8 de octubre de 2011

Terremotos afecta más a las comunidades religiosas

Rezar no es suficiente. Necesitan moverse en el terreno de lo material y mejor fuera de sus fronteras. Los fieles haitianos no están para limosnas. “Nuestro templo está derruido, la escuela que llevábamos, también”, como la economía de todos ellos, indica el pastor protestante Jackson Thermite.

Por eso, después de orar por sus muertos, cuatro en su comunidad, tiene que empezar a pensar en el futuro porque no pueden celebrar siempre su encuentro dominical en la esquina de una calle de Ciudad Militar, una barriada que fundaron hace lustros antiguos uniformados, como hacen ahora.

En otro punto de la misma área, son los Testigos de Jehová los damnificados. “Somos 130 testigos; solo una señora falleció en el terremoto. Pero nadie tiene trabajo, muchos perdieron sus casas y nuestro templo, Sala del Reino, está agrietado por todas partes y no sabemos si habrá que derribarlo. Vivimos del aire”, dice Martha Alexis. “¿Cómo nos puede ayudar usted?”.

La misma pregunta la repite Petit Johnson, director de la escuela Adventista La Odisea, de la misma localidad. En el terreno que rodea tanto una iglesia en construcción, dejada a la mitad por falta de fondos, como el centro educativo, se hacinan 1054 refugiados, feligreses todos.

Una sola vez les repartieron raciones que ni siquiera alcanzaron para todos. Pero, al margen de las necesidades inmediatas, requieren cooperación de cara al futuro.

“Las iglesias de todas las confesiones somos claves porque hacemos una ingente labor social donde el Estado no llega”, afirma Jonson. “Jamás nos han apoyado, ni siquiera en esta crisis contamos con ellos, y ahora ni los alumnos pueden pagar las matrículas, que son baratas. Si no nos ayudan los países extranjeros, no podremos levantarnos”.

Los cristianos de la Ciudad Militar padecen la misma situación. Su centro religioso, el colegio que regentaban y la emisora de radio, “La voz del evangelio”, colapsaron. “Nuestro pastor está en Miami y tal vez de allá venga algún respaldo porque solos no podemos”, indica Jean Batiste D.Mie, periodista.

Nuestra Señora de Lourdes

En la explanada de la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, del barrio antes mencionado, muy dañada por el sismo, también instalaron un campo de refugiados. “Tenemos mujeres embarazadas, enfermos, gentes sin ningún tipo de recursos”, cuenta Sandrac Charles.

“Nuestro arzobispo y el vicario perdieron la vida, la catedral y la Iglesia de Nuestra Señora del Perpetúo Socorro, patrona de Haití, están destruidas; la nuestra hay que reconstruirla, hay decenas más en el suelo y no sólo católicas, sino de todas las creencias. El mundo tiene que venir en nuestro socorro”.

La Constitución haitiana señala la Iglesia Católica como la principal, y de hecho es un punto de referencia obligado y quizá la única con influencia política y con órdenes religiosas misioneras realizando una extraordinaria labor social; en segundo lugar por número de fieles se sitúa la protestante, que cuenta con la ONG World Vision, tan respetada y eficaz como Cáritas, y después figura el vudú, aunque esta creencia está muy extendida, más de lo que las autoridades quieren admitir. Muchos de sus seguidores no están dispuestos a dar la cara por temor a que les estigmaticen y prefieren declararse integrantes de otras religiones.

Pero también ellos requieren de aportes externos. Max Beauvoir, su cabeza visible, se quejó en una entrevista a este diario de que sólo cuentan los cristianos y a ellos les siguen discriminando.