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martes, 19 de abril de 2011

¿Es el fervor futbolístico realmente unificante y beneficioso?


Por Joseph Mac Lean

Los que me conocen saben que no suelo hablar de fútbol, no sé nada (o muy poco) acerca de este popular deporte y que sólo cada dos años veo con cierto interés (histórico) las finales de la Copa del Mundo y de los Juegos Olímpicos aunque a veces veo las semifinales si el equipo del Brasil o de la Argentina están entre ellos. Pero la verdad es que me importa muy poco los equipos competidores y su resultado. Para mí es simplemente un hecho histórico... y punto.

Debo reconocer por otro lado, que no existe (a menos en el plano netamente humano, mundano) otro evento más globalizador que el Campeonato Mundial de Fútbol. Durante su desarrollo en su etapa final, cada cuatro años, miles de millones de seres humanos (¿inteligentes?) de todas las razas, culturas, religiones, nacionalidades y nivel socio-económico parecen no respirar otra cosa que..."FÚTBOL". (Ya sé que austed quizá esto no le parezca curioso pues el juego le encanta).

Para mí, sin embargo, es patética la forma como se comportan los seres humanos en los casi 30 días que duran las competencias finales. Para empezar, todo gira alrededor del fútbol. Recuerdo que en 1982, por ejemplo, cuando laboraba en una importante empresa de refinacion petrolera haber sido "amonestado" por mi Jefe de División debido a que yo seguía laborando con toda normalidad -para eso me pagaban un excelente sueldo- mientras mi Gerente de Planta, junto a todos los Jefes de División -en pleno horario de labores- se encontraba expectando uno de los partidos de la selección del Perú. Por "respeto" y debido a lo conminatorio de la colérica orden de mi jefe, tuve que dejar de trabajar y sentarme, junto con ellos a aburrirme de lo lindo, mientra me esforzaba por fingir interés.

Lo curioso es que, unos meses después, en el mes de setiembre se llevó a cabo el Campeonato Mundial Femenino de Vóleibol, categoría mayores, en el cual la selección peruana abrigaba la esperanza de ocupar uno de los cuatro primeros lugares (muy lejos de las expectativas de sus pares futbolistas). Lo curioso es que el mismo Jefe de División (quizá en una forma de disculparse conmigo) me llamó a su oficina (pasando por alto a mi inmediato superior, mi Jefe de Scción) y me ofreció darme días libres y hasta permitirme salir un poco más temprano por si quería asistir a los partidos de vóleibol. (A propósito, el Coliseo Amauta, la sede en Lima, quedaba muy cerca de mi casa). Me insinuó que tal proposición partía de la propia Gerencia, en aprecio por mi buena labor.

Para su total sorpresa, luego de agradecer tanta consideración, rechacé su ofrecimiento, agregando que había incluso devuelto un abono completo (que incluía los partidos de semifinal y final) que una jugadora de la selección peruana, con quien mantenía una estrecha amistad, al igual que con otras de las titulares del mismo equipo, me había hecho llegar a mi hogar. Yo me proponía ver en directo los partidos por televisión, los días libres y si no era posible vería su repetición un poco más tarde esa noche o el resumen de fin de semana. (Para esas fechas llevaba apenas poco más de un mes de recién casado, y concluía unos estudios muy exigentes en ESAN, que la empresa me estaba pagando, así que tenía poco tiempo para asistir a ese evento deportivo de un deporte que sí me interesa).

Claro está que hubo otras razones para tal comportamiento de mi parte, como por ejemplo mi negativa a asistir a eventos multitudinarios y ruidosos en extremo: Eso no es para mí. No es que no asista a espectáculos, conferencias, o eventos con mucha gente; pero esta debe tener un comportamiento aceptablemente correcto y calmado, que me permita disfrutar del contenido del evento a un grado razonable.

Cuando veo, de muy de vez en cuando, el comportamiento de jugadores, técnicos, jueces y, por supuesto, los espectadores de fútbol, no dejo de preguntarme: ¿Por qué? ¿Cómo es posible que un juego tan simple (no quiero decir tonto en absoluto, ni hablar) pueda afectar tanto la conducta, la afectividad, la conciencia y los valores de tantos seres humanos? (En Brasil, se dice, que el vóleibol es el primer deporte nacional, pues el fútbol es hoy por hoy considerado una religión).

Si el fútbol, como aseguran muchos especialistas, es la representación más gráfica de la salud humana global, en verdad, concuerdo con muchos filósofos de que a la humanidad le queda muy poco camino que recorrer hacia la degradación (y probable extinción). Conste que no hablo del juego en sí, que me parece saludable y muy completo desde el punto de vista atlético, sino del efecto (el fervor futbolístico) que produce en las masas por toda la Tierra. El mal comportamiento, el habla soez, los estallidos de violencia (felizmente controlados -mas no eliminados- en muchos países) dentro y fuera de las canchas, antes y después del encuentro, y la sobrevaloración (como una cosa de vital importancia) de un partido o evento futbolístico no son cosas de poca importancia.

¿Cómo es posible que un deporte que no existía hasta finales del siglo XIX, haya podido dominar las mentes de casi toda la colectividad humana a través del tiempo? ¿Yo me pregunto si el Armagedón sucediese, no en 2012 como vaticinan algunos despistados, ino en 2014 0 2018, o en cualquier año en que se estén disputando las finales del Campeonato Mundial de Fútbol, ¿la gente haría caso de las advertencias para escapar de él? Tal vez como en ocasiones anteriores, la mayoría de lagente despreciaría esas advertencias (que ya se están dando), no haría caso de ningún modo.

Claro está que la Final Mundial es la apoteósis de esta clase de eventos, pero cotidianamente, mientras tanto, el aficionado es "atrapado" en una serie sin fin de Copas y Recopas a nivel local o internacional, de modo tal que en una semana puede, en promedio dedicar unas 10 a 15 horas a espectar partidos de fútbol, con el consiguiente desgaste mental y emocional, sin contar el deterioro familiar (a menudo debida a la excesiva ingesta de alcohol). Otras áreas, incluso el trabajo se ven afectadas, y casi todo gira en función del programa futbolístico ofertado para cada semana.

Nos guste o no (como es mi caso), todos nos vemos afectados, a mayor o a menor grado por los eventos futbolísticos. Este fin de semana pasado cometí el tremendo error de "olvidar" el Clásico del fútbol peruano (Universitario vs Alianza Lima -¿cómo que no sé nada de fútbol?) y salí al mediodía a hacer compras a un supermercado cercano. Pues tuve que esperar por casi una hora, al resguardo de una decena de policías, el paso de las enardecidas barras 'intimas' y 'cremas' que se dirigían al Estadio de Matute. Cuando la horda (no puedo llamarla de otra manera, que me disculpen los hinchas) mengüó, me fui apresuradamente, hice mis compras rápidamente y volví a mi casa para no salir hasta muy entrada la noche. Felizmente no se reportaron incidentes lamentables, esta vez al menos.

Lo curioso es que no hay otro deporte que haya generado tal grado de dependencia ni de deterioro en el comportamiento humano. Sólo el fútbol, en un caso único sin duda, fue el detonante para el estallido de una veloz guerra entre Honduras y El Salvador, en la década de los sesenta del siglo XX. Sólo el fútbol ha generado una 'fanaticada' tan violenta que debe ser monitoreada por centenares de policías y que a veces son impedidos de ingresar a algunos países por los destrozos que causas y la perturbación en poblaciones tranquilas cotidianamente.

El efecto hinpótico, paralizante que ejerce el fútbol, lamentablemente en no pocas personas, siempre me ha llamado la atención. Se ha preguntado usted, ¿qué fuerza o mente tiene un alcance tan internacional como para lograr un efecto tan cautivante que parece sólo el fervor futbolístico es capaz de alcanzar? Es de hecho, una obra maestra de distracción, pero ¿a quién habría que darle el crédito, si tal fuera el caso? ¿Lo sabe usted?

Como muchas autoridades de la psiquiatría opinan, este es un asunto muy singular pero preocupante a la vez. Por ejemplo, la obtención de la Copa del Mundo por parte de España en 2010 ha contribuido, es cierto, a aliviar la depresión causada por la crisis financiera del 2008 y ha elevado la estima de muchos españoles, tan venida a menos en los últimos siglos. Pero, ¿podemos decir que la situación general, no sólo la económica, ha mejorado en España? ¿Es la gente más honrada, más dilgente, más solidaria con su prójimo, en vista del "orgullo" que significa ser los campeones del mundo (al menos por los cuatro años en curso)?

Algunos dirán que esas son minucias, menudencias mezquinas cuyo único propósito es minimizar el valor de esa conquista. Pero, ¿no es verdad que "el entrenamiento corporal es provechoso para poco"? Sus logros y méritos son temporales, superficiales y de poco valor colectivo. Muchos de los atletas, que obtienen ahora fortunas incalculables por jugar o modelar, no son, de modo alguno, modelos de conducta a seguir. Sólo unos pocos alcanzan una vida equilibrada, mientras la mayoría de futbolistas, por todo el mundo llevan una vida de excesos y mal comportamiento, a diverso grado, que no hace sino ratificar la pregunta que titula este artículo. ¿Tiene usted una respuesta clara?