Uno llega a un momento en la vida, y tiende a evaluar más el pasado que el presente... es inevitable. Y, del cúmulo de experiencias vividas, hoy deseo rescatar tres momentos inolvidables.
28 Agosto de 1979.- Apenas siento el bramido de miles de litros cayendo en picada sobre el vacío, y mi corazón empieza a dar saltos... llego al filo de un barabndal y ante mí se descorre uno de los paisajes naturales más bellos que haya visto hasta el momento: Las Cataratas del Iguazú. Me quedé contemplándolas por más de media hora, absorto en los arco iris y la variedad e tonalidades de verde. Toda una maravilla sin duda.
23 Febrero de 1993.- Estoy en el piso 24 del Hotel Gimmond de Tokio, Japón, listo para la cena. Una noche invernal (en el Japón, por supuesto), limpia. Como demoraban, me acerco al enorme ventanal del hotel y la imagen no puede ser más sobrecogedora. Distinguible al fondo, gracias a una luna llena inmensa, se aprecia el Monte Fuji. Y hacia abajo, los Jardines Imperiales con la casa del emperador en medio. Si no fuese porque la cena llegó unos minutos después...
21 de mayo de 1993.- Estoy sentado en Washington Square, mirando hacia la 5ta Avenida en la Ciudad de Nueva York (o la "Gran Manzana"). ¿Por qué me resulta importante este hecho? Bueno, unos 20 años antes había estudiado inglés en el ICPNA y en todo el curso se habla de la familia Martínes que "Visita Nueva York", y cómo ansiaba yo repetir esas experiencias. Ese día, de abril de 1993, fue grandioso, pues recorrí gran parte de las principales calles de Manhattan, tal como los Martinez lo habían hecho tiempo atrás.
Cada uno de nosotros guarda recuerdos de días felices. Es obvio que tengo muchos otros días felices en mis calendarios (que ya pasan de los cincuenta, y lejos...). No los he sumado aún, pero lo haré en algún momento. Pero hoy quise recordar estos tres por que en ellos vi cumplidos mis sueños adquiridos en mi niñez y temprana juventud, en cuanto a viajes se refiere. La verdad todavía tengo algunos por cumplir (Río de Janeiro, la Muralla China, y muchos lugares más), y sé que no podré alcanzarlos todos, pero los que sí realice pasarán a formar parte de ese apoyo emocional para los tiempos de crisis, que me llevaré conmigo si me toca descansar en la muerte.