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jueves, 17 de diciembre de 2009

Respeto, una de las piedras angulares del matrimonio

Por Joseph Mac Lean
Rara vez se menciona el respeto en los votos matrimoniales, pues se da demasiado énfasis al amor, que si bien es fundamental para avanzar de la amistad al matrimonio, existen otras piedras angulares que le dan sustento. Están también la admiración, la confianza y el respeto. Sin embargo, este último es la verdadera clave para la durabilidad o permanencia de un matrimonio, claro está junto con la confianza. Veremos por qué.
Es reconocido que el "enamoramiento", ese amor romántico que hace especial, distinta a una persona sobre todas las demás conocidas, dura poco, a lo mucho dos años... tarde o temprano desaparece, y eso es comprensible pues se basa en uno de los aspectos sobre los que funcionan las hormonas. La admiración también decrece con el tiempo, pues se sustenta en una idealización de la persona amada, sobre todo cuando se desconoce el otro lado el asunto: los defectos de personalidad, propios de todo ser humano. Cuando estos empiezan a salir a la luz, "la persona perfecta" empieza a desvanecerse en nuestra mente y corazón. Nos damos cuenta de que la persona elegida no es exactamente como nos parecía. Sin embargo la culpa es de nuestra propia ilusión o fantasía.
Hablando de esto, es comprensible -igualmente válido para hombres y mujeres- que deseemos que la persona amada se ajuste a nuestro ideal o fantasía de pareja. Pero, siendo realistas, nadie puede vivir o ser en verdad la fantasía de otro, ni siquiera la de nuestros padres. Como adultos, hemos decidido tomar las riendas de nuestras vidas (para bien o para mal), y elegimos voluntariamente un estilo de vida u otro, un tipo de educación y entretenimiento por encima de cualesquiera otros, un estilo de vcestir, de alimentarnos, de pensar y sobre todo de creer. Todas esas decisiones, nos convierten en una persona única, libre e independiente. Pero, no quedamos libres del todo de la educación familiar y de nuestros antecedentes (positivos y negativos) de vida, que a veces han quedado enterrados en nuestro subconsciente.
¿Qué es el respeto?
Un diccionario define así el respeto: "Miramiento excesivo hacia la opinión de otro, antepuesto a los dictados de la conciencia propia. // Miramiento, veneración, acatamiento, reverencia; atención particular". Sólo cuando alguien está dispuesto a estimar o valorar correctamente a otra persona, se puede decir que le respeta. Cuando uno llega a conocer y aceptar al otro tal cual es, ni más ni menos, puede decirse que se está poniendo la piedra angular del matrimonio que le brindará durabilidad. Reconocer que nuestros gustos difieren, incluso en grado, evitan los comentarios sarcásticos o las muestras de desdén hacia los gustos del otro. Los comentarios hirientes (aun sin palabras) y el desprecio (una forma exagerada de desdén) resultan devatadores al matrimonio. Se deben evitar a toda costa. ¿Cómo lograrlo?
No resulta fácil, pero un inicio proviene de constatar que tal o cual actividad le gusta a nuestra pareja y le hace feliz; se encuentra más relajada y de muy buen humor. Eso resulta en beneficio para la ota persona también, por lo que debe apoyar a su pareja en la realización de estas actividades, y participar de vez en cuando con ella. Aunque algunas aficiones puedan resultar un poco caras, siempre resultarán más baratas (en todo sentido) a las consultas con expertos de la salud mental y uno se ahorrará mucho sufrimiento y dolor si se cae en una rutina de mutuos reproches y agresiones.
Los buenos matrimonios fomentan la autoestima mutua. Aunque ciertas costumbres y hábitos parezcan extraños, son sencillamente formas distintas de buscar relax o realización. Por ejemplo, puede que un tenista profesional encuentre sosiego al dedicar algunas horas invertiendo parte de sus ganancias en la Bolsa de Valores. Por el contrario, el corredor de bolsa puede hallar distracción al jugar algunas horas el tenis los fines de semana o por las noches, sin el propósito de convertirse en un profesional de dicho deporte. Hay quienes en días soleados prefieren permanecer bajo techo, incluso en el sótano realizando alguna manualidad u ordenando o limpiando el lugar. Es cierto que tal vez su cónyuge prefiera ir a caminar, hacer compras o ir a la playa o a cualquier lugar al aire libre. Aquí hay un conflicto, que se soluciona compartiendo parte del tiempo en ambas actividades: ni mucho de uno ni poco de lo otro. Otras parejas solucionan el asunto, respetando los deseos del otro. Ella o él salen a caminar, a hacer compras y al retorna ambos estarán más relajados y dispuestos a conversar y compartir otros momentos de compañerismo. O pueden salir en la primeras horas de la mañana cuando no quema mucho el sol todavía.
A veces resulta inevitable el tener que asistir o participar en ciertas actividades que quizá hasta odiemos. Es parte del juego social. ¿Por qué no hacer lo mismo con la persona amada? Por ejemplo, si se trata de asistir a un concierto, hay al menos dos caminos: "No deseo ir hoy al concierto ese; ve tú y diviértete"; o bien:" Claro que iré contigo, pero no te quejes si me quedo dormido". No siempre es prudente tomar la actitud de "Tú haz lo tuyo, y yo haré lo mío". Eso, a la larga, no es muestra de respeto. Cuando se mira bien el asunto, la actividad que más le gusta a nuestro cónyuge no es tan desagradable después de todo. Tal vez incoscientemente sintamos el temor de no ser tan diestros o no estar tan enterados del asunto, los que nos haría quedar en ridículo, y es esta la causa, y no la actividad en sí, de nuestro rechazo.
Cuando se ama, uno busca siempre que la otra persona se sienta bien a nuestro lado. Aceptar y llegar a conocer, aunque sea superficialmente la actividad preferida de nuestra pareja, enriquece la relación. Eso es válido incluso en la relación de padres a hijos. Una anécdota que siempre cuento es que, cuando mi hijo mayor estaba en medio de la adolescencia, no le gustaban los boleros ni casi ninguna de la música de mi época. Pero yo la escuchaba de continuo. Un día al llegar a casa, él tomaba una ducha y para mi sorpresa estaba cantando a todo pulmón el bolero "Cenizas" que interpreta Toña la Negra... y entonces contaba con 15 años de su edad. Claro está, que no pasó de ahí, de ser una anécdota. Algo similar me sucedió con su madre. Cuando nos casamos, yo amaba el folclor argentino y la nueva trova, y a Mercedes Sosa y Víctor Heredia en particular. A ella no le gustaba eso para nada, pues prefería entonces la música de Chico Buarque, The Police, Elton John y Cat Stevens, entre otros. Pero, poco a poco, su gusto musical se amplió y en las oportunidades que Mercedes Sosa visitó Lima, ella asistió a sus conciertos y yo no.
A veces los esposos vienen de mundos y generaciones diferentes. Esto, lejos de ser un impedimento, puede resultar fantástico para la felicidad y la permanencia del matrimonio. Es enriquecedor en sumo grado. Una grado de tolerancia bien llevado permite incluso rectifica nuestra propia personalidad, aunque los choques suelen ser inevitables, no deben convertirse en un campo de batalla tampoco. Sólo respetando la manera de ser del otro abrimos la puerta del cambio. Como se deduce de su deficinción, respetar implica "mirar": El ojo considerado y maduro mira con claridad; ve lo que realmente hay y no simples fantasías. Pero también puede discernir (un ver más profundo) las potencialidades de su pareja y ayuda a que afloren y fructifiquen.
Por eso, aunque la Biblia ordena a que la "esposa muestre profundo respeto a su esposo" (Efesios 5:33), el mismo principio es igualmente aplicable a los esposos, en muestra del amor que le debe. Siempre habrá algo que alabar en su pareja, y en tal sentido, nuevamente la Biblia dice: "Su dueño se levanta y la alaba" (Proverbios 31:29), seguramente porque aprecia todo su afán, labor y cualidades puestas al servicio de su casa y su matrimonio, en una muestra clara de respeto, admiración y amor.