Buscar este blog

domingo, 13 de diciembre de 2009

Obama acepta el Nobel de la Paz


Barack Obama tenía una patata caliente entre manos: justificar la aceptación del premio Nobel de la Paz ante dos factores adversos. El primero, su breve historial como dirigente y el hecho de que tenga pocos logros que poner sobre la mesa.

Hay uno que le ha asegurado un lugar en la historia, el haberse convertido en el primer presidente afroamericano de los Estados Unidos, pero es discutible hasta qué punto eso le ha "dado voz a los que no la tienen", como argumenta el jurado del Nobel. No es suficiente al menos para los compatriotas de Obama, que en tres de cada cuatro casos no creen que merezca el premio.

El propio presidente del Comité Nobel Thorbjorn Jagland volvía a justificar hoy la concesión del premio a Obama como un incentivo a sus proyectos como el desarme nuclear conjunto con Rusia o la reincorporación de EE.UU. a las conversaciones sobre cambio climático: "Si los principios son lo suficientemente importantes y la lucha por ellos es vital para el futuro del mundo, el comité no puede esperar hasta que estemos seguros de que esos principios se han impuesto en todos los frentes. Eso haría del premio un sello de aprobación con retraso y no un instrumento de paz en el mundo".

El segundo factor es aún más peliagudo. Obama acaba de aprobar una estrategia que implica enviar 30.000 soldados más a Afganistán, más 5.000 de los aliados de la OTAN. El propio entorno del presidente admitía que era un a"ironía" recibir un premio a la paz en tiempos de guerra, y que el discurso de aceptación no pasaría por alto esta contradicción factual.

Pero lo que nadie se esperaba es que Obama realizara uno de los discursos más beligerantes que se hayan podido escuchar en el contexto del Nobel de la Paz. "Enfrento el mundo tal cual es. Un movimiento no violento no podría haber detenido los ejércitos de Hitler. Las negociaciones no pueden convencer a los líderes de Al Qaeda a deponer sus armas. Decir que la fuerza es a veces necesaria no es un llamamiento al escepticismo, sino un reconocimiento de la historia".
"La creencia de que la paz es deseable rara vez es suficiente para lograrla. Yo soy responsable del despliegue de miles de jóvenes norteamericanos para combatir en una tierra distante. Algunos matarán y algunos morirán. No importa cuán justificable sea, la guerra promete tragedia humana. Nunca es gloriosa, y jamás debe ser presentada como tal".
El discurso de Obama ha estado centrado en desgranar las circunstancias en las que considera la intervención militar justificable: En defensa propia, en ayuda de una nación invadida o por motivos humanitarios, como "cuando los civiles son masacrados por su propio gobierno o cuando una guerra civil amenaza toda una región".
También habló de las alternativas no violentas como las sanciones y los embargos, citando los ejemplos de Irán, Corea del Norte, Sudán o Birmania. También tuvo un mensaje para estos países: Estados Unidos no permitirá que estos países "abusen del sistema" y "rompan las reglas".
Un discurso duro, amenazador incluso contra los enemigos de su país. Más que al mundo entero que lo acogió como salvador tras el militarismo unilateral de la era Bush, Obama parecía dirigirse al público interno, a los votantes americanos que según una reciente encuesta piden menos intervencionismo en los problemas del extranjero y un repliegue en los valores del individualismo americano. Quizás el que su aprobación hubiera caído al 45% pesara más que los carteles de protesta que le acogieron a su llegada a Oslo, mostrando una versión escéptica del eslógan que le llevó al poder: "¿Change?"