Por : Joseph Mac Lean
Se preguntarán porqué elegí esta pieza, La lectora en la ventana, para continuar la serie de reportajes a pintores holandeses y en especial de Johannes Vermeer (1632-1675). Bueno, en realidad esta obra de arte llena el espíritu de un modo singular.
Se preguntarán porqué elegí esta pieza, La lectora en la ventana, para continuar la serie de reportajes a pintores holandeses y en especial de Johannes Vermeer (1632-1675). Bueno, en realidad esta obra de arte llena el espíritu de un modo singular.
En el centro de la composición, una joven lee una carta junto a su ventana en la se refleja la imagen de su rostro. Los elementos que la rodean (la ventana y su hueco, la mesa cubierta con una alfombra, la gran cortina verde que cierra la composición en el lado derecho del cuadro) fijan su ubicación dentro de la escena.
Lo que más me impresiona, de otro lado, es el orden y la geometría de toda la composición. Eso le brinda a la joven una fuerza moral que, en realidad, no corresponde a una mujer sencilla dedicada a un quehacer cotidiano. ¿Qué es lo que lee la joven? ¿Una carta de amor? ¿Una noticia alegre o triste? Si Vermeer hubiese mantenido la imagen de cupido que colgaba originalmente de la pared, todos nos habríamos imaginado que ella leía una carta de su amado, pero al retirar esa imagen (característico del pintor) el tema de la carta queda incierto y se presta a múltiples interpretaciones, la que cada admirador quiera darle. Lo que sí es patente, es el estado de concentración de la joven, que refleja la intensidad y atención que uno debe dedicarle a la lectura de cualquier material de verdadero valor.
Vermeer, por lo general, manifiesta en sus cuadros una atmósfera de quietud y retrospección, junto a una peculiar y paradójica composición de claros y oscuros, y de elevado contenido enigmático, y su enorme capacidad para trascender de lo cotidiano. Pruebas suficientes para catalogarlo entre los grandes maestros de la pintura universal.