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sábado, 15 de agosto de 2009

Álvaro Pombo se inicia en la novela de aventuras


Las habituales gafas negras y redondas con las que aparece Álvaro Pombo no consiguen ocultar la expresividad de su rostro. A los 70 años, el escritor santanderino está a punto de publicar su primera novela de aventuras: La previa muerte del lugarteniente Aloof (Anagrama). La acción es la protagonista de esta historia. Como explicó ayer el autor en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de su ciudad natal, su nueva novela es "una reflexión acerca de la esencia de la aventura, sobre qué es ser aventurero y qué es la aventura".

"La mano del hombre ha puesto el pie en todas partes"

El protagonista del relato, donde no hay chicas -"ellas han aparecido en todas las demás obras, ésta es una novela de aventureros, para chicos"-, es Aloof. Junto a él viaja su amigo inglés, y completa el cuadro un "narratólogo", un nuevo personaje del que el autor sólo quiso desvelar que se trata de "un emérito, un jubileta". Afirma Pombo que se trata de una historia de "tiros y disparos" donde, como casi nunca, no aparece la ciudad natal del escritor. Aloof no es en realidad el nombre, sino el mote que le pone su amigo, porque este misterioso personaje "no se sabe bien quién es, porque es distante, como todos los jóvenes". Una distancia que proviene de que aún no ha comprendido "la importancia de la cercanía", explica Pombo con aire de complicidad, "porque los trenes de cercanías son para los viejos".

Pero no hay nada de viejo en Pombo si se mira más allá de su apariencia. Habla y habla, y asegura que podría seguir haciéndolo durante "3.358 Festivales Pombo", como se ha referido al curso sobre su obra, Álvaro Pombo, poéticas de un estilo, celebrado esta semana en la universidad. El académico de la Lengua se enreda en cualquier cosa. Por ejemplo, la frontera cada vez más difusa entre la realidad virtual y la real: "Lo fotografiado, en el momento en que se amplía, ¡contiene! lo real", explica con continuas modulaciones en el tono. "Pero lo real contenía lo real ya de antemano. ¿Produce la fotografía lo real o lo contiene?". Pombo se pierde en las reflexiones y deja a todo el mundo encandilado. "Es un hecho [la frontera entre realidad virtual y la real] que empezamos a confundir, sobre todo ahora que se puede pasar de una a otra". Esta confusión es relativamente nueva para todos, excepto para los escritores, piensa Pombo, que "siempre hemos creído que la ficción y la realidad se solapaban hasta tal punto que eran lo mismo".

Álvaro Pombo se considera un "explorador del interior del mundo", aunque le hubiera gustado ser aventurero: "No sería justo que dijera que lo soy, aunque me encantaría". Porque para el poeta y novelista los verdaderos aventureros son los viajeros que "cogen la mochila y se largan, a cualquier cosa"; él, sin embargo, se considera sedentario: "Porque no me gusta viajar solo y encuentro la logística de los viajes muy complicada".

El ganador del Premio Planeta 2006 con La fortuna de Matilda Turpin cree que los aventureros de hoy día lo tienen difícil. Para él, "firme creyente y practicante del principio sartreano de que ya no hay aventuras", quedan sólo "simulacros" porque en este mundo está todo "explorado e interpretado". Desde Costa Rica al río Yangtze, todo se conoce, piensa el autor, que culpa en parte a los medios de comunicación. "La mano del hombre ha puesto el pie en todas partes", dijo recordando las Greguerías de Gómez de la Serna, y por ello "estamos en un complicado periodo de vuelta, como un déjà vu". La pérdida de la acción la achaca a la incredulidad: "Quizás tenemos un cansancio de aventuras porque creemos que ya no hay".

Menos mal que eso no ha impedido que se haya lanzado por fin al relato de aventuras "para probar, porque las aventuras de mis personajes son desgraciadamente aventuras interiores, hay poca acción", explicó en la universidad santanderina. Aparte de La previa muerte del lugarteniente Aloof, que saldrá en noviembre, el autor ya prepara otra novela y sigue haciendo poesía, algo que hará "por los siglos de los siglos". "Seguiré escribiendo si no veo algo tan digno del amor que no tenga que escribirlo porque me baste con contemplarlo, pero no lo creo", sentencia.