Ambientada en Newark (Nueva Jersey) – ciudad natal del escritor y escenario de varias de sus obras – y clasificada como ucronía por situarse en un contexto histórico ficticio, La conjura contra América narra las vicisitudes de una familia judía, la del propio Philip Roth, en la Norteamérica de los años 40. Uno de sus méritos, no estrictamente narrativo, es que, para orientar al lector evitándole confusiones entre lo real y lo inventado, al final se añaden: una nota explicativa, la cronología de los hechos históricos tal como se desarrollaron en realidad, algunos documentos relacionados con los hechos y datos básicos de los personajes históricos que intervienen.
El autor, que realiza una gran labor de ambientación y documentación, no sólo explica lo que podría haber sucedido si el aviador Charles Lindbergh, declarado simpatizante del nacionalsocialismo alemán, se hubiese presentado a las elecciones de 1940 y hubiese conseguido derrotar a Rooselvet, sino las consecuencias que este hecho habría tenido para los miembros de la comunidad judía y en especial para la familia Roth, uno de cuyos hijos, Philip, alter ego del autor y a través de cuyos ojos se desarrolla la acción entera, relata en primera persona sus recuerdos. El aislacionismo del que hace gala el antiguo héroe del aire impedirá que Estados Unidos se involucre en la Segunda Guerra Mundial, el bando aliado queda así en inferioridad de condiciones alterándose radicalmente el curso de la historia. Como consecuencia, la persecución que sufrirán los judíos estadounidenses será muy similar a la padecida por aquellos de sus correligionarios que vivían en la Europa de entonces.
Estamos ante una obra densa que, al enfrentarnos a los trascendentales sucesos de la primera mitad del siglo XX, repasa una vez más el escenario político mundial de entonces y sus repercusiones en el posterior y nos hace reflexionar sobre la función de las ideologías, la posición particular de cada país ante los acontecimientos e, incluso, sobre el importante papel del azar.
Fantasear sobre lo que podría haber sido y no fue, en sentido positivo o todo lo contrario, siempre excita la imaginación, sobre todo si la hipótesis tiene la envergadura de una novela y ésta trata de asuntos relevantes desarrollados con habilidad. En este caso, y aunque desde el principio ambas secciones, la histórica y la de ficción, se encuentran perfectamente imbricadas, en algún punto, las riendas se sostienen menos firmemente en las manos de Roth, sus esfuerzos por mantener la tensión no son suficientes e interés y credibilidad decaen algo. Es cierto que la importancia de los hechos que narra y la fuerza con que están descritos nos arrastran a un recorrido trepidante que no puede dejar de apasionarnos, pero la diferencia de espacio concedido a los sucesos generales en detrimento de los particulares a partir de un determinado momento disminuye en gran parte la tensión narrativa y hace perder vuelo al relato en general. Este desequilibrio, quizá justificable por la dificultad de la empresa, da lugar a un producto irregular y no del todo unitario, prometedor y apasionante pero que acaba decepcionando un poco al no cumplir las expectativas del comienzo. Aún así, reconozco que se trata de una gran novela y, si te ha interesado este comentario, no te la deberías perder.