Levantar la voz cuando Cristina Fernández pronuncia un discurso puede ser motivo suficiente para arruinarse la carrera, sobre todo cuando se es un militar.
En un caso sin precedentes, el capitán de corbeta Marcelo Toulemonde fue pasado a retiro por "no saber controlar a su esposa" (textual), cuando la presidenta se dirigía a un grupo de cadetes recién egresados del Colegio Militar.
El episodio ocurrió durante la ceremonia que tuvo el lugar el 22 de diciembre del 2007, en dicho establecimiento. Fue cuando en una parte de su discurso, la presidenta señaló que en más de una ocasión, los militares argentinos tomaron las armas contra el pueblo.
En ese momento, Mónica Liberatori, esposa de Toulemonde, gritó: "¡Larrabure! ¡Larrabure!". La ingeniera que asistía a la graduación de su hijo Agustín, se refería a un militar secuestrado y asesinado por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Consciente de que su exabrupto podría significar una observación en la hoja de servicio de su marido –no más que eso- la mujer se quiso disculpar. Pronto se dio cuenta de que su conducta tendría consecuencias mucho más graves.
Tan pronto como regresó a su domicilio en Mar del Plata, el capitán Toulemonde recibió una citación para presentarse ante el jefe de la Armada, Jorge Godoy, quien le impuso una sanción de siete días de suspensión de funciones por los gritos de su consorte. Poco después, fue relevado de su cargo como jefe del Arsenal Naval de Mar del Plata, por presuntas demoras en la entrega de los repuestos de un barco y por provocar la rotura de un motor.
Aunque más tarde fue restituido en su puesto, al comprobarse que dichas acusaciones no tenían fundamento, el Ministerio de Defensa insistió en que Toulemonde había provocado la avería que costó al Estado la suma de 1.395.360 pesos (alrededor de 349.000 dólares).
"Vivimos un calvario de persecuciones. A Jorge no se le permitió revisar el expediente y menos probar su inocencia. Los malos tratos y las humillaciones le provocaron un trastorno de ansiedad", señaló Mónica Liberatori al diario La Nación.
Toulemonde estaba completamente desconcertado pues mientras que sus superiores lo recomendaban para un ascenso por veteranía y buen desempeño de sus funciones, el Ministerio de Defensa seguía achacándole toda clase de errores y desaciertos, aunque sin mencionar el incidente que protagonizó su esposa. Como corolario de ese proceso, hace una semana la Junta de Calificaciones resolvió pasarlo a retiro forzoso.
No sería la primera vez que un oficial de la Armada es dado de baja en extrañas circunstancias. Desde el retorno de la democracia en 1983, ocho oficiales de la Armada han sido pasados a retiro por 'portación de apellido'; vale decir, por tener un cierto grado de parentesco con militares o civiles acusados de atropello a los derechos humanos durante la dictadura.
Pero también por otras causas. En marzo del 2010, el contraalmirante Raúl Viñas fue apartado de sus funciones por asistir a un acto en la Casa Rosada, en compañía de su hijo seminarista y una hija monja. Nueve meses más tarde, el contraalmirante Carlos Castro Madero pidió la baja, en solidaridad con Viñas y sus otros compañeros.
Pero antes de que Marcelo Toulemonde recibiera la notificación de desahucio, ningún marino había sido castigado por la conducta de un familiar.
En un caso sin precedentes, el capitán de corbeta Marcelo Toulemonde fue pasado a retiro por "no saber controlar a su esposa" (textual), cuando la presidenta se dirigía a un grupo de cadetes recién egresados del Colegio Militar.
El episodio ocurrió durante la ceremonia que tuvo el lugar el 22 de diciembre del 2007, en dicho establecimiento. Fue cuando en una parte de su discurso, la presidenta señaló que en más de una ocasión, los militares argentinos tomaron las armas contra el pueblo.
En ese momento, Mónica Liberatori, esposa de Toulemonde, gritó: "¡Larrabure! ¡Larrabure!". La ingeniera que asistía a la graduación de su hijo Agustín, se refería a un militar secuestrado y asesinado por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Consciente de que su exabrupto podría significar una observación en la hoja de servicio de su marido –no más que eso- la mujer se quiso disculpar. Pronto se dio cuenta de que su conducta tendría consecuencias mucho más graves.
Tan pronto como regresó a su domicilio en Mar del Plata, el capitán Toulemonde recibió una citación para presentarse ante el jefe de la Armada, Jorge Godoy, quien le impuso una sanción de siete días de suspensión de funciones por los gritos de su consorte. Poco después, fue relevado de su cargo como jefe del Arsenal Naval de Mar del Plata, por presuntas demoras en la entrega de los repuestos de un barco y por provocar la rotura de un motor.
Aunque más tarde fue restituido en su puesto, al comprobarse que dichas acusaciones no tenían fundamento, el Ministerio de Defensa insistió en que Toulemonde había provocado la avería que costó al Estado la suma de 1.395.360 pesos (alrededor de 349.000 dólares).
"Vivimos un calvario de persecuciones. A Jorge no se le permitió revisar el expediente y menos probar su inocencia. Los malos tratos y las humillaciones le provocaron un trastorno de ansiedad", señaló Mónica Liberatori al diario La Nación.
Toulemonde estaba completamente desconcertado pues mientras que sus superiores lo recomendaban para un ascenso por veteranía y buen desempeño de sus funciones, el Ministerio de Defensa seguía achacándole toda clase de errores y desaciertos, aunque sin mencionar el incidente que protagonizó su esposa. Como corolario de ese proceso, hace una semana la Junta de Calificaciones resolvió pasarlo a retiro forzoso.
No sería la primera vez que un oficial de la Armada es dado de baja en extrañas circunstancias. Desde el retorno de la democracia en 1983, ocho oficiales de la Armada han sido pasados a retiro por 'portación de apellido'; vale decir, por tener un cierto grado de parentesco con militares o civiles acusados de atropello a los derechos humanos durante la dictadura.
Pero también por otras causas. En marzo del 2010, el contraalmirante Raúl Viñas fue apartado de sus funciones por asistir a un acto en la Casa Rosada, en compañía de su hijo seminarista y una hija monja. Nueve meses más tarde, el contraalmirante Carlos Castro Madero pidió la baja, en solidaridad con Viñas y sus otros compañeros.
Pero antes de que Marcelo Toulemonde recibiera la notificación de desahucio, ningún marino había sido castigado por la conducta de un familiar.