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sábado, 24 de diciembre de 2011

Hiroshima y Nagasaki, nunca olvidadas

Por Joseph Mac Lean


En agosto de 1945 las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki recibieron el impacto directo de dos bombas atómicas por parte de la fuerza aérea estadounidense tras la aprobación de su entonces presidente, Harry S Truman. Se estima que 70,ooo personas (el 30% de la población total) murieron el mismo día de la explosión en Hiroshima y 40,ooo en Nagasaki, aunque se sabe con certeza que igual cantidad murió para finales de 1945, como consecuencia directa de las explosiones y posterior radicación nuclear. A pesar del éxito militar y político de los ataques para los Estados Unidos, pues el Japón anunció su rendición incondicional el 15 de setiembre de 1945, con lo que se concluyó la Segunda Guerra Mundial, las consecuencias se sienten hasta el presente.

Las bombas arrojadas sobre las ciudades japonesas fueron fabricadas en base al denominado Plan Manhattan y ambas bombas fueron de diseño distinto. La llamada Little Boy, que cayó sobre Hiroshima, fue construida con uranio-235, un raro isótopo del uranio. La otra bomba, de nombre Fat Man, cuyo destino fue Nagasaki, se elaboró con plutonio-239.

El radio de destrucción total en Hiroshima fue de 1,6 kilómetros, provocando incendios en 11,4 kilómetros cuadrados. Y no es extraño, pues al momento de la explosión la temperatura se elevó a un millónde grados centígrados, creando una bola de fuego de 256 metros de diámetro aproximadamente. En menos de un segundo la bola de fuego se expandió a 274 metros. Todos los servicios públicos colapsaron, especialmente los que se concentraban en el centro de la ciudad, incluso los servicios médicos y hospitalarios.

Nagasaki, el otro objetivo atómico, no había recibido nunca un bombardeo aliado, a pesar de su importancia industrial y militar. A diferencia de Hiroshima, mucho más moderna, Nagasaki era una ciudad vieja, construida básicamente con madera, y a menudo las casas estaban pegadas a las fábricas de municiones y armamentos, el objetivo principal del ataque, ese 9 de diciembre de 1945. Se debe precisar que ese día, Nagasaki no era el objetivo principal, si no Kokura, que a la hora de la llegada de la flota estaba cubierta de nubes en un 70% lo que estorbaba el lanzamiento de la bomba atómica.

A las 7:50 de la mañana, sonó la alarma de bombardeo aérero en Nagasaki, pero resultó ser falsa. Para las 11 de la mañana se divisó una brecha en las nubes que cubrían la ciudad, por lo que un minuto después la bomba fue liberada, haciendo explosión (de 22 kilotones) cuarenta y tres minutos después a 469 metros de altura. El 40% de la ciudad quedó de inmediato destruida.

Como paradoja, la ciudad de Nagasaki había recibido hacía poco a un grupo de sobrevivientes del ataque a Hiroshima. Otro caso curioso y anecdótico es el de Tsutomu Yamaguchi, quien estuvo en Hiroshima el 6 de agosto, día de la explosión, y quien el 8 de agosto regresó a su ciudad natal, Nagasaki, donde también se expuso a la radiación residual de la bomba mientras buscaba a sus familiares. Yamaguchi se convirtió así en el primer sobreviviente rconocido de amobos bombardeos atómicos. El señor Yamaguchi murió el 4 de enero de 2010 cuando iba a cumplir 94 años.

"La bomba atómica fue más que un arma de una terrible destrucción, fue un arma psicológica", declaró Harry L. Stimson, Secretario de Guerra de los Estados Unidos. Pero, este asunto seguirá siendo tema de debate por siglos, pues hasta el presente la controversia sobre el uso de la bomba atómica aún continúa. Los argumentos a favor y en contra de su uso siguen incrementándose con el paso del tiempo.

¿Qué hay del presente?

Lo que sí causa honda preocupació a nivel mundial es el hecho de que las dos bombas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki palidecen en potencia al lado de las sofisticadas armas nucleares del presente. De explotar una sola de las bombas nucleares modernas, la contaminación radioactiva y consecuencias climáticas de efectos globales serían catastróficas. Las cenizas humos y partículas radiactivos podrían cubrir enormes extensiones de la Tierra por decenas y hasta miles de años, haciéndo inhabitable extensas regiones del planeta. Como ejemplo está la ciudad de Prípiat, en Ucrania, cercana a la Central Nuclear de Chernobyl, siniestrada el 26 de abril de 1986 (vea: Prípiat, una ciudad fantasma, en este mismo blog).

¿Qué decir, entonces, de una guerra nuclear aunque sea de escala limitada? El "invierno nuclear" consecuente se asemejaría a una glaciación repentina de consecuencias nefastas para els er humano. Se vería afectada la fotosíntesis, clave para el proceso alimenticio, lo que pondría en peligro de extinción de todos los seres herbívoros, incluidos los humanos.

¿Nada de que preocuparse? Difícilmente alguien podría asegurar que tal catátrofe no ocurrirá jamás. Aunque los gobiernos han tomado plena conciencia de los resultados de utilizar armas nucleares en un conflicto bélico, las experiencias de Hiroshima y Nagasaki (conste que existías otros tres objetivos japoneses a ser atacados si el Japón no se rendía), demuestran que en casos extremos los militares y los políticos toman medidas desesperadas a fin de asegurarse una victoria sin importarle mucho el costo en riqueza o vidas humanas. No es extraño tampoco, que se calcule que a pocas horas de ser atacadas las principales ciudades-objetivo del hemisferio norte, los muertos llegarían a alcanzar la espeluznante cifra de 1,100 millones de muertos; pero, uno 2,500 millones más moriría a los pocos días.

¿Podrá el hombre por sí mismo detener el Holocausto nuclear indefinidamente? Sólo el tiempo lo dirá, aunque la Historia no da base a tener mucha esperanza.