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sábado, 10 de diciembre de 2011

La Biblia contesta: ¿De dónde obtuvo Caín a su esposa?

Al igual como en otros casos, la Biblia proporciona toda la información necesaria, aunque los relatos sean muy breves. De hecho, a veces es innecesaria una abundancia de datos, cuando la que se brinda de forma condensada es suficiente. Con respecto a la pregunta, un problema es que algunas versiones dicen que “Caín conoció a su esposa”, y la mayoría de personas concluye que fue en otra tierra (donde supuestamente moraban otros seres humanos diferentes de la descendencia adánica) donde Caín halló a su esposa. ¿Sucedió así en realidad? Bueno, esas traducciones, con un posible falso sentido de pudor, oscurecen el entendimiento, porque que el Diccionario Enciclopédico Ilustrado de la Lengua Española de Ramón Sopena, Edición 1976, dice que el verbo “conocer” posee la acepción figurativa de “tener el hombre trato carnal con la mujer”. Por eso una traducción más moderna, y libre de prejuicios infundados, dice correctamente: “Después Caín tuvo coito [“conoció”, Nácar-Colunga; Biblia de Jerusalén] con su mujer, y ella quedó en cinta [“concibió”, Nácar-Colunga, Biblia de Jerusalén]…” (Génesis 4:17). Y en este punto, una versión católica más reciente (La Biblia Latinoamérica, Edición revisada 1995) dice en ese texto: “Caín tuvo relaciones con su mujer, la cual dio a luz un hijo…”. En el mismo sentido otra versión católica dice: “Caín se unió con su mujer” (La Nueva Biblia Española)
La Biblia muestra que Adán y Eva tuvieron hijos luego que fueran expulsados del jardín de Edén (Génesis 3:14-19), pese a lo cual Dios le aseguró que ella tendría descendencia (Génesis 3:16). De ahí que le nacieron Caín, el primogénito, y luego Abel (Génesis 4:2), ambos en estado de imperfección. Sin embargo, ¿fueron estos los únicos hijos de la pareja? Definitivamente no, pues en Génesis 4:25 se dice que Eva dio a luz a un tercer hijo, en reemplazo de Abel, cuyo nombre también se da: Set. Para entonces, Adán tenía ya con 130 años de edad (Génesis 5:3-5).
El capítulo 5 de Génesis comienza diciendo que era una historia de Adán, y en forma concisa repite lo detallado en los capítulos 1 y 2 respecto a su creación. Pero, añade un dato interesante: “Entre tanto llegó a ser padre de hijos e hijas”, aunque no se proporcionan ni sus nombres ni el orden en que nacieron. Se cumplió así la promesa dada a Eva de ella “tenía que llegar a ser la madre de todo el que viviera” (Génesis 3:20). Adán y Eva, según la Biblia, dieron origen a toda la vida humana que poblaría la Tierra entera, hasta llenarla (Génesis 1:28).
Aunque no se puede ser contundente ni dogmático, es altamente probable que Caín se haya casado con una de sus hermanas, o con una sobrina o alguna otra pariente cercana (Génesis 4:16-17). Esto no supuso ningún problema respecto a las consecuencias en su prole, pues la cercanía a la perfección aseguraba que ningún defecto se transmitiría a su descendencia; tanto así que unos 2,000 años más tarde Abrahán se casó con su media hermana, Sara, y produjo una descendencia sana, Isaac, a pesar de lo avanzado de su edad (Génesis 20:12-13; 21-:1-5).
Sin embargo, a pesar de la inmensa misericordia que Jehová mostró a Caín (Génesis 4: 11-15), al permitirle a ese criminal seguir viviendo y gozar del privilegio de tener descendencia (Mateo 5:45), toda ella fue arrasada en el Diluvio (Mateo 24:37-39), pues las ocho personas, Noé y su familia, que se salvaron en el arca provenían de la descendencia de su hermano Set (Lucas 3: 36-38; 1 Pedro 3:20).
De modo que no es posible que existiesen otras razas preadamitas o paralelas, como afirman muchos que no reconocen la inspiración y veracidad de la Biblia como autoridad. En cambio, por todas las Escrituras se da por descontado que toda la raza humana provino de un solo Hombre [es decir, un solo varón, Adán y una sola mujer, Eva Génesis 5:1-2]. Aunque los capítulos iniciales del Primer Libro de las Crónicas se concentran en la descendencia prometida (Génesis 3:15; Génesis 22:18; Gálatas 3:16), se muestra que fue primero mediante Adán y Eva, y luego mediante Noé que la Tierra entera se pobló de seres humanos (Compare 1 Crónicas capítulos 1 a 7 con Lucas 3:23-38).
El Señor Jesucristo reconoció este hecho pues en Mateo 19:4 le dio validez histórica al breve relato de la creación del Hombre, como se narra en el Génesis. Y, en igual sentido el apóstol Pablo incluyó esta información en su memorable discurso en el Aerópago: “E hizo de un solo hombre toda nación de hombres…” (Hechos 17:26; compare con 1 Corintios 15:47). También, el mismo apóstol dijo que ‘por medio de un solo hombre [Adán] el pecado entró en el mundo” (Romanos 5:12), en clarísma alusión al drama que narra Génesis 3:1-24. Si hubiesen existido otros humanos no relacionados con Adán y Eva, se supondría que no serían afectados por el pecado de desobediencia de ellos y la muerte no reinaría sobre toda la humanidad. Por eso, Adán es el padre natural de toda la raza humana, aunque mucha de su descendencia se perdió para siempre, como sucedió en el caso de Caín
La unidad original de toda la raza humana coincide perfectamente con la doctrina bíblica de la caída de Adán y la redención mediante Cristo, pues independientemente de las diferencias raciales y culturales, el hecho de que los seres humanos puedan fecundarse entre sí, sin ningún problema, apunta más a la unidad de su origen que a la diversidad de razas humanas. Lamentable muchos teólogos y no pocos clérigos de la cristiandad, en su afán de hacerse “amigos del mundo” (Santiago 1:27; 4:4) han oscurecido el mensaje bíblico y han adoptado, a veces con mayor entusiasmo y decisión que los mismos naturalista, una enseñanza que contradice la Biblia (1 Timoteo 4:1), incluso el hecho de que a Jesús se le llame el “último Adán” porque mediante su sacrificio puede llegar a ser padre de toda la prole de Adán que ejerza fe en su sacrificio (1 Corintios 15:45; compare con Juan 3:16, 36). Si el primer Adán no existió, y por ende su desobediencia, que acarreó el pecado para él y toda su prole, tampoco existió, el sacrificio de rescate de Jesús es en vano, algo que jamás enseña la Biblia, y que más bien suena a “enseñanza d demonios”, cuyo cabecilla, Satanás el Diablo, fue llamado el “padre de la mentira” por el propio Jesucristo (Juan 8:44).
Como se puede concluir, una lectura cuidadosa de la Biblia puede ayudarnos a despejar cualquier duda, mito o leyenda que se ciernen sobre las Escrituras. Esto refuerza la necesidad de “manejar la palabra de la verdad correctamente” (2 Timoteo 2:15), pidiendo a su Autor, Jehová Dios, la sabiduría necesaria para alcanzar un pleno conocimiento exacto y entendimiento, porque esa es Su voluntad (1 Timoteo 2:3-4).