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miércoles, 15 de diciembre de 2010

Las lágrimas del escribidor

Qué discurso hay que hacer cuando se recibe el Premio Nobel de Literatura? Métanse en la camisa de Mario Vargas Llosa y acompañen el discurrir del escritor desde el día en que le anunciaron el galardón.

Seguro que pensó varios esquemas y dudó, más de cien veces, por dónde entrar a un texto que supo desde ese momento que iba a ser leído, quizá, por millones de personas. Como algunas de sus novelas, se diría. Pero nunca por tantos lectores que iban a buscar más las claves de la persona que las del escritor admirado en tantos y tantos idiomas y por tantos y tantos libros.


Nunca sabremos en qué momento de ese vendaval de ideas que vive todo escritor cuando encara el folio en blanco, justo antes de escribir la primera letra (la "A" de aprendí, en este caso), decidió Vargas Llosa que ese texto iba a ser, en la modestia de poco más de 6.000 palabras, apenas una minucia para quien escribió la extraordinaria enormidad de Conversación en La Catedral, el compendio de todo un rico y ajetreado discurrir de 75 años que le han llevado al solemne salón de Estocolmo.

Y aún nos costará más adivinar cuándo resolvió que este discurso de tan altos vuelos y dirigido a tan importante auditorio, iba a reservar un hueco fundamental para unos oyentes muy especiales, tan protagonistas en su otra vida, la del día a día, la de la casa, la del vivir cotidiano: su familia, y, sobre todo, su mujer, Patricia. Lloró Vargas Llosa cuando pronunció su nombre y arrastró a medio salón a acompañarle en la lágrima.

Acaso resulta posible concentrar mejor en un texto tan fulgurante como el leído ayer la historia de la vida de un gran Nobel de Literatura, que reúne en una rica individualidad al enorme escritor, al comprometido ciudadano y a la persona que llora y hace llorar? Quizá tan solo podamos rogar a Vargas Llosa que siga soñando, leyendo y escribiendo para aliviar nuestra condición perecedera, derrotar la carcoma del tiempo y convertir lo posible en imposible, como él mismo nos dijo en su discurso que estaba dispuesto a hacer.

(Tomado de Análisis: El Acento, del diario El País, España, del 9 diciembre, 2010)