En términos generales, la palabra hebrea ba·sár y la griega sarx denotan la sustancia blanda de un cuerpo físico, ya sea de un ser humano o animal, en particular, a las partes compuestas fundamentalmente de músculo y grasa. Correctamente, la Biblia indica que existen diferentes clases de carne en la inmensa variedad de seres vivos (1Co 15:39). La ciencia moderna ha comprobado la veracidad de esa expresión (Juan 17:17).
Sin embargo, la palabra "carne" puede referirse al parentesco, pues el Génesis contiene la expresión de Adán al recibir a Eva: “hueso de mis huesos y carne de mi carne”. (Gé 2:23; véanse también Gé 29:14; 37:27; 2Sa 5:1.) Por eso, al esposo y a su esposa se les dice: “Tienen que llegar a ser una sola carne”, modo sumamente expresivo de indicar la estrecha relación que debe existir entre ambos. (Gé 2:24; Mt 19:5, 6.) Pablo dice que Jesús “provino de la descendencia de David según la carne”. (Ro 1:3; compárese con 9:3.)
Por extensión, la carne siendo la visible y tangible del cuerpo, se utiliza por extensión para aludir a todo el cuerpo en un sentido general. (Le 17:14; 1Re 21:27; 2Re 4:34.) También con esta palabra se hace referencia a una persona como creación humana de carne. (Ro 7:18; Col 2:1, 5.) A toda la humanidad, en especial desde el punto de vista de Dios, que es el Espíritu, se la designa con el término “carne” (Gé 6:12; Isa 66:16; Lu 3:6), y a veces también se incluye en este término a la creación animal. (Gé 7:16, 21.) La Biblia a menudo contrasta la carne con Dios, el Espíritu, a fin de resaltar la relativa insignificancia del hombre. (Gé 6:3; 2Cr 32:8; Sl 56:4.) No obstante, desde su posición superior, Jehová es consciente de este hecho y lo toma en cuenta al tratar a la humanidad con sobresaliente bondad amorosa y misericordiosa gran paciencia. (Sl 78:39; compárese con Sl 103:13-15; 1Pe 1:24, 25.)
La palabra “carne” también puede referirse a una parte del cuerpo, en particular al órgano genital masculino. Levítico 15:2 dice: “En caso de que le ocurra a cualquier hombre un flujo de su órgano genital [literalmente, “su carne”], su flujo es inmundo”. (Compárese con Gé 17:11; Éx 28:42; Ef 2:11; Col 2:13.)
Figurativamente, la Biblia emplea a menudo la palabra “carne” para referirse al hombre en su estado imperfecto, ‘concebido en pecado’ por ser prole del rebelde Adán. (Sl 51:5; Ro 5:12; Ef 2:3.) En los seres humanos que se esfuerzan por servir a Dios, “el espíritu [la fuerza impelente que emana del corazón figurativo] [...] está pronto, pero la carne es débil”. (Mt 26:41.) Estos siervos de Dios tienen en su interior una lucha constante; el espíritu santo de Dios es una fuerza que impulsa hacia la justicia, mientras que la carne pecaminosa guerrea continuamente contra la influencia del espíritu y ejerce presión para inducir a la persona a realizar las obras de la carne. (Ro 7:18-20; Gál 5:17.) En Gálatas 5:19-23 se contrastan las obras de la carne pecaminosa con el fruto del espíritu.
Cuando el apóstol Pablo comenta que la “carne [...] no está sujeta a la ley de Dios, ni, de hecho, lo puede estar”, no quiere decir que la carne en sí misma sea necesariamente corrupta. El propio Pablo nos dice que Jesucristo, a pesar de haber participado de sangre y carne y haber llegado a ser “semejante a sus ‘hermanos’”, fue “sin engaño, incontaminado, separado de los pecadores”, “probado en todo sentido igual que nosotros, pero sin pecado”. (Ro 8:7; Heb 2:14, 17; 4:15; 7:26.) Jehová probó que la carne humana puede estar libre de pecado: “Dios, al enviar a su propio Hijo en la semejanza de carne pecaminosa y tocante al pecado, condenó al pecado en la carne”. (Ro 8:3.) Gracias a la provisión del sacrificio de Cristo, habrá un día en que toda carne que ejerza fe llegará a ser perfecta, y entonces la humanidad carnal obedecerá a la perfección las leyes justas de Dios. (Rev 21:4.)
[Adaptado del libro "Perspicacia para Entender las Escrituras", publicado por la Sociedad Watch Tower]