Por Joseph Mac Lean
El miedo es un sentimiento muy humano y bien controlado es sumamente provechoso. Sin embargo, en estos tiempos modernos ha aumentado tanto que ha sobrepasado la barrera del temor para convertirse en una angustia generalizada, como lo demuestran muchos estudios acerca del grado de angustia en las principales capitales del mundo. En la mayoría de ellas entre un 80-90% sienten miedo, lo que determina su conducta.
Lo paradójico es que junto con el avance cultural y científico, también aumenta la insidencia de la angustia generalizada, con sus complicaciones incapacitantes y graves en una porción nada desdeñable de la población urbana, en especial. Y esas personas buscan desesperadamente la salida por eso se refugian en la soledad de sus hogares, el espiritismo, las diversiones (a veces estrepitosas) y la religión.
Contra esa ubicua, ingente e intemporal marea de miedo y angustia los seres humanos hemos buscado alivios y remedios. Al principio en la naturaleza o los chamanes, luego en las alquimias y religiones, por fin en la ciencia y en la técnica, y en la actualidad en todo a la vez. Pero la marea sigue y parece que no tiene fin, por eso se hace más necesario que nunca seguir buscando las causas y soluciones del mal.
En los años 50 se descubrieron por casualidad las benzodiazepinas (p. ej. el diazepan y sus derivados), cuyos efectos tranquilizantes y ansiolíticos eran magníficos y sus efectos adversos mínimos, y se pensó que ya teníamos la solución perfecta. Desde entonces han sido los fármacos más consumidos y que más han ayudado a la humanidad angustiada. Pero como era lógico tenían algún truco: producían dependencia.
Por eso hubo que seguir buscando y se indagó en otras direcciones sin encontrar nada realmente tan bueno como ellas hasta que en los últimos años se han abierto nuevas opciones. Por un lado con los nuevos antidepresivos, cuyas virtudes ansiolíticas han sido sobradamente demostradas, especialmente para los ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina) y Duales, algunos de los cuales han logrado alcanzar la indicación específica y oficial para su uso clínico. Junto a ellos está un nuevo grupo de fármacos reguladores de los canales de calcio en las neuronas, como la pregabalina, cuya eficacia ansiolítica ha sido demostrada y su autorizado para tratar esta patología.
Una de las ventajas los nuevos fármacos, sobre las opciones sociales, psicológicas, naturales o místicas, es que además de aliviar la ansiedad permiten comprender los mecanismos neurobiológicos que la producen y quizá ese sea el avance más esperanzador. Estas nuevas opciones suponen importantes avances científicos contra la ansiedad global, pero como se aprecia, el esfuerzo para avanzar en la lucha contra el miedo universal es ingente: siglos de búsquedas, investigaciones y fracasos.
Por eso mismo, es de agradecer la 'generosamente egoísta' inversión que hacen muchos grupos científicos públicos o privados, aunque a menudo reciban críticas sobre sus dudosos principios y fines, lo cual, a la luz de la marea de miedo, incertidumbre y ansiedad que nos amenaza no parece muy razonable. Al menos esa es mi opinión.