Durante muchísimo tiempo se nos ha hablado de los beneficios de leer en voz alta. Todos recordamos cómo, en el colegio, leíamos por turnos, pero el mayor placer nos lo proporcionaban los momentos en que nos leían nuestros padres y familiares. Los especialistas recomiendan que se lea en voz alta a los niños (y cuantas más personas diferentes lo hagan, mejor, para que puedan tener varios modelos de lenguaje), lo que mejora su uso de la lengua, su vocabulario, su conocimiento del lenguaje escrito y su interés por la lectura en general (aparte de los conocimientos que puedan adquirir del contenido de lo que se les lee). Se recomienda que dicha lectura se produzca también en el entorno escolar, por parte del profesor o profesora hacia los alumnos. Y no sólo en lo que se refiere a niños, los profesores de idiomas han descubierto que leer en voz alta a alumnos adultos es igual de beneficioso, debido a que ayuda a sus estudiantes a reconocer patrones del lenguaje y a enriquecer su léxico.
Parece ser que con el apretado currículo de la mayoría de las aulas pocos profesores tienen ya tiempo para dedicarse a la lectura en voz alta. Más allá de lo que se considera estrictamente necesario (el fomento de la lectura en niños que todavía están aprendiendo a leer), llega un momento en que los docentes ya no consideran que la lectura en voz alta sea un estímulo necesario para sus alumnos, a partir de cierta edad. Sin embargo, muchos profesores (incluso profesores universitarios) están redescubriendo las ventajas de este tipo de actividad. En lo que a la lectura se refiere, nunca dejamos de aprender, somos siempre lectores en prácticas, debido a que el proceso de aprendizaje asociado a este acto es ilimitado. Así, algunas universidades (como, por ejemplo, Oxford) crean sesiones de lectura para sus alumnos, que les ayudan a relajarse y a reavivar la capacidad imaginativa y la pasión por los libros.
Además, parece ser que la afición por la lectura a viva voz va bastante más allá de la enseñanza. El grupo británico The Reader Organisation hace apología del poder social de la lectura compartida, organizando visitas a residencias de mayores, centros de acogida, hospitales, etc., simplemente para leerle a personas que pueden beneficiarse no sólo de la compañía, sino del acto de leer. Algunos estudios apuntan hacia los beneficios de la lectura en la recuperación de pacientes, pero aparte de esto la organización también lleva sus libros, cuidadosamente seleccionados, a zonas deprimidas donde prima el analfabetismo. Y esto no es todo. Una sencilla búsqueda por Internet revela una comunidad creciente de personas que leen no sólo a sus hijos, sino a sus parejas. Antes de dormir como medio de relajación; durante el día, algún párrafo de un artículo o un poema suelto; o mientras uno de los dos conduce y el otro hace de copiloto, para mantener al conductor entretenido. Parece ser que este acto, sencillo pero entretenido, crea un vínculo especial y afianza los lazos de pareja. El acto de leer se convierte en una actividad compartida, interactiva, preparado para ser disfrutado junto a las personas a las que más queremos. Y si nos apetece leer en voz alta y no hay nadie para escucharnos, siempre podemos recurrir a un perro, que por lo visto son excelentes compañeros de lectura, ya que escuchan sin ningún tipo de prejuicio o crítica y, como señalan en The Guardian, se están utilizando en la actualidad en varios centros educativos para ayudar a niños tímidos o con problemas de aprendizaje a mejor sus habilidades lectoras.