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martes, 14 de febrero de 2012

La Biblia contesta: ¿Cristiano y filántropo?

La tendencia hacia la filantropía parece estar cobrando auge en el mundo entero. Artistas, empresarios, deportistas destacados y hasta personas comunes se dedican con constancia a cuanta obra de caridad se presente, e incluso crean sus propios movimientos. ¿A qué se debe esto? Para nadie es extraña la imagen repetida en los noticiarios que muestra la pobreza, la miseria en la que viven millones de personas, a menudo sin merecerlo. La ineptitud de muchas autoridades, el vacío legal, las guerras y desastres naturales, el desplome económico a nivel mundial, la inmoralidad en todo sentido, son factores que contribuyen que muchas personas no reciban lo necesario para su sustento básico.
Este fenómeno de “abandono” no es exclusivo de los países en vías de desarrollo, pues en los países más ricos existen millones de personas que viven por debajo del nivel de pobreza ‘aceptable’ En Nueva York, Washington, D.C., Tokio, Londres, París se pueden observar a miles de gente sin hogar, y abundan los centros de refugio para indigentes, que no se dan abasto y el número de refugiados aumenta año en año.
Es imposible negar que todo ser humano siente el impulso de ayudar, aportar “su granito de arena”, y muchos organismos gubernamentales e internacionales contribuyen miles de millones de dólares para ayudar a gente de toda clase, sin importarles su raza, religión, género o cualquier otra consideración. De hecho, al haber sido creados a imagen y semejanza de un Creador misericordioso y amoroso, es comprensible que, salvando las distancias, intenten aliviar el dolor y sufrimiento de sus semejantes. Puesto que muchas más personas se interesan en estos asuntos, algunos optimistas piensan que en un futuro cercano muchos de los actuales problemas que aquejan a la humanidad se verán, si no resueltos, aliviados a un grado considerable. ¿Piensa usted así?
Sin embargo, el dinero y la buena voluntad no lo es todo. Para empezar, meditemos acerca de por qué existe el hambre, la desnutrición y la pobreza. La Tierra produce suficiente alimento para sostener a un población decenas de veces mayor a la actual, pero no llega a todos en una proporción adecuada. Paradójicamente, la obesidad es un problema nacional, que a veces alcanza al 40% de toda la población, en muchos países ricos. Mientras que en muchos países pobres obtener la ración del día es un asunto de ‘vida o muerte’. El hambre y la desnutrición degeneran en un desplome del sistema inmunitario y en poca capacidad intelectual y mental, lo que lleva a millones de personas a sufrir de enfermedades y síndromes que se pudieran haber evitado de recibir suficiente alimento tan sólo.
Todos debemos recordar que todos los seres humanos somos imperfectos (Rom 3:23), por lo que no siempre nuestras acciones son correctas; más a menudo de lo que deseamos cometemos errores de juicio o tomamos decisiones incorrectas que nos afectan al igual que a otros. La Biblia es clara al decir que muchas de las cosas malas que la gente hace, que las empuja a la degeneración y la pobreza (y sus secuelas), se debe a que simplemente ‘no conocen a Dios’ (Juan 4:22; Rom 1:24-32). Al pasar por alto las claras instrucciones que Dios ha puesto en sus propias conciencias (Rom 2:13-15) y las pautas que ha revelado para nuestro beneficio en su Palabra, la Biblia (2 Tim 3:16-17), los hombres reciben en sí mismos las consecuencias de pasar por alto la justicia divina (Mat 6:33).
Sin embargo, hay quienes cuestionan que sólo palabras no solucionan nada los actuales problemas ya descritos. Pero, ¿qué ha solucionado hasta el momento todo el esfuerzo de personas bienintencionadas que por siglos han tratado de paliar el sufrimiento humano? La verdad es evidente: Muy poco; por lo contrario, el problema se agrava cada día más al seguir aumentando la población humana. Si hay algún alivio, siempre es temporal, como fácilmente se puede comprobar.
En todo caso, el amor debe ser la clave principal para ayudar con constancia a las personas en todo aspecto (1 Cor 13:1-4). Y que mejor ejemplo que el que nos dan tanto Jehová, el único Dios verdadero y su Hijo, el Señor Jesucristo, los mayores filántropos que existen (filantropía se define como “amor a la humanidad”). Juan 3:16 nos dice: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna”, un rescate tan valioso que abarca a toda la humanidad pero que es válido sólo para el que acepta y ‘ejerce fe’ en él (Mateo 20:28). Además, Jehová pronto reemplazará a todos los gobiernos injustos de la actualidad por el Reino en manos de su Hijo, un Reino que Jesús mismo nos enseñó a pedir en oración al decir “Venga a nosotros tu reino” (Mat 6:9-10). Mediante ese nuevo gobierno Jehová removerá la raíz del problema que nos ocupa, algo que ningún organismo humano puede lograr (Jer 10:23).
Si la fe es necesaria para tener el favor de Dios y su ayuda permanente para sobrevivir (Sal 37:25; Mat 6:25-33), la gente necesita conocer acerca de esas ‘buenas nuevas’ (Mat 24:14), y se necesita que alguien las lleve a la gente con constancia (Rom 10:9-16). Aunque es imposible permanecer indiferente a los problemas comunes y graves de la humanidad (Sant 1:26-27), y debe proveerse algún tipo de ayuda en emergencias o situaciones extremas, un cristiano tiene como principal objetivo educar a la gente en la verdad de Dios (Mateo 28:18-20). A veces las sugerencias prácticas en base a principios bíblicos acerca de asuntos económicos, el estimulas a abandonar prácticas contaminantes (como el abuso del alcohol, drogas, tabaco y otros; compare con 2 Corintios 7:1) permite que la gente esté mejor dispuesta para desempeñar un oficio o trabajo que le suministre lo necesario para ellas y su familia (Efe 4:27, 28). La cooperación de la familia también es importante (Efe 6:1-4), y cuando todos sus miembros obedecen a Dios como su gobernante (Hech 5:29) es más fácil contar con la guía o protección divinas y se aprende a
bastarse con poco (1 Tim 4:8; 6:6-8).
Mientras esperamos el día de Jehová, porque sin falta llegará, más pronto de lo que algunos prefieren suponer (2 Ped 3:8-11), el cristiano verdadero necesita mantener equilibrio para no dejarse distraer, sin llegar a ser indiferente tampoco, por los incontables problemas que aquejan a personas de su entorno (Hech 6:1-4), de su principal misión: predicar las buenas nuevas del reino en toda la tierra habitada (Mat 24:14; Hech 1.6-8; 4:29; 5:25-32, 42).
La testificación moderna mundial de las buenas nuevas, por ‘toda la tierra habitada’, salva muchas vidas en el presente sistema de cosas y es una protección para los que la predican, de otro modo se dejarían llevar por el molde de este mundo, bajo el dominio de Satanás (Rom 12:1-2). Al llevar a cabo la voluntad de Dios, que es buena y perfecta, sentimos el impulso de dar la mejor ayuda posible, pues animamos a la gente a probar el ‘alimento que no perece’ (Juan 6:26-29), que puede llevarlos a obtener la vida eterna que Dios promete a los fieles (Juan 3:16, 36; 17:3). Todos los cristianos verdaderos aportan sus dones y talentos en el adelanto de las buenas nuevas del reino (1 Cor 12: 4-5), y sin un espíritu competitivo colaboran unidos (Juan 17:20-21) en llevar por todas partes el mensaje de salvación con constancia, pese a la oposición (Rom 1:13-17).
La cristiandad, en especial, ha ocultado a la gente las verdades bíblicas (Compare con Mat cap 23), a la vez que ha desplegado toda clase de ayuda material, pero manteniendo en ignorancia espiritual a sus feligreses. Tendrán que rendir cuenta por ello, a su tiempo, al haber descuidado la labor más importante: predicar la verdad del reino (Juan 18:36-37). No es raro que al predicar con denuedo, uno encuentre evidencias de la gran ignorancia de los propósitos de Dios. ¿Quién es culpable de tal ignorancia? Es evidente que la cristiandad (el conjunto de religiones que llamándose “cristianas” – católica, ortodoxa, protestante y evangélica – no enseñan toda la verdad de la Biblia), que se opone, a veces con violencia, en un país tras otro a la difusión de las buenas nuevas del reino.
Al igual que hicieron Jesús (Mat 9:36; 14:14; 15:32; Mar 1:41;8:2) y sus seguidores del primer siglo, a veces tenemos ocasión de ayudar en sentido material más allá de las palabras, (1 Juan 2:9-11, 3:13-18; 4:7-11, 20-21; 3 Juan 8), pero sin descuidar nuestra tarea principal: predicar a todos en todo tiempo y circunstancia (1 Cor 9:16; 2 Tim 4:1-5), que es el mejor beneficio que podemos hacer por el prójimo (Hebreos 12:28). Recuerde que hablar de Dios y ayudar a la gente a obtener conocimiento exacto (Rom 10:2-3; 1 Tim 2:3-4) es la voluntad de Dios, y los que hacen la voluntad de Dios, vivirán para siempre (Mat 7:21-23; Juan 17:3; 1 Juan 2.17; 1 Ped 4:1-2). Eso es algo que está también a su alcance (1 Tim 4:16).
Si usted participa activamente en muchas obras de caridad, pero percibe que está logrando poco, entonces debe reevaluar su postura a la luz de las Escrituras. No es necesario convertirse en un docto de la Biblia (Efe 3:8). ¿Por qué no, simplemente, incluye un programa de lectura de las Escrituras en su familia, su círculo de amigos, su vecindario y comparte lo poco o mucho que aprenda de ellas? Claro está, no todos verán con agrado el que usted quiera compartir la verdad bíblica, y se burlarán o se opondrán, incluso (1 Ped 4:1-5; 2 Ped 3:1-7). Pero, que eso no le desanime. Ayudar a la gente a vestirse de una nueva personalidad en fundamental para que su punto de vista respecto al trabajo, la salud, la familia, el dinero y el sexo, por ejemplo, se amolde a la voluntad de Dios (Pro 10:4; Efe 4:28; 1 Tes 4:11; 1 Tim 6:6-8).
Es cierto, la predicación no resolverá todos los problemas, pero la esperanza que otorga es un consuelo valioso en tiempos turbulentos y de oscuridad espiritual (Sal 119:105; Rom 15:4). Conocer la verdad de Dios (Juan 8:32), su personalidad, sus propósitos, sus cuidados amorosos (Sal 23:1; 27:10), nos permite llevar vidas tranquilas y sencillas. Al confiar en que Jehová nos proveerá ‘el pan nuestro de cada día’, si somos fieles (Mat 6:9-10, 33-34), y si por vejez, enfermedad o accidente debemos dormir en la muerte, Él nos recordará y al tiempo debido nos devolverá a la vida (Hechos 24.15). Eso es una garantía segura (Hech 17:29-31), pues Jehová es el Dios que no puede mentir (Heb 6:18; Rev 21:1-5), y sus promesas nunca fallan.
Como han comprobado millones de siervos de Jehová de todos los tiempos, Jehová ha permitido que algunas pruebas les sucedan, pero siempre con una buena razón y un tiempo limitado (Sal 33:19; 37:19; Mat 25:35, 37, 40). En ocasiones llegaron a padecer de hambre (1 Cor 4:11-13; 2 Cor 11.27; Fil 4:12). Esos breves períodos de escasez confirmaron que no servían a Jehová por simple interés o comodidad material (Rom 8:35, 38-39). Aunque no es deseable, superar las pruebas refina la fe del cristiano y regocija el corazón de Dios y constituye una respuesta contundente al escarnio que hace Satanás (Job 7-12, 20-22; Pro 27:11).
La conocida oración del padrenuestro, como parte de las Escrituras, se concentra fundamentalmente en las bendiciones espirituales que están disponibles para los que con sinceridad y limpieza de corazón invocan a Jehová (Mat 6:9-12). Lo espiritual es más importante a la larga (Mat 5:6; Juan 6:35). A los fieles se les asegura que en el futuro, bajo el Reino de Dios, “ya no tendrán hambre ni tendrán más sed” (Rev 7:9, 13-17). Toda causa de llanto, dolor y lamento, como el ver morir a sus hijos de hambre u horripilantes enfermedades por ejemplo, serán cosa del pasado (Sal 72:16; 145:15; Isa 25:6; 33:24; Rev 21:1-5).
Cuando Jehová, mediante el reino en manos de Jesucristo, restaure las condiciones paradisíacas de la Tierra no existirá más hambre (Sal 146:7). Es de esperar que las condiciones actuales se deterioren aún mas (2 Tim 3:13), y las naciones jamás encuentren la solución a sus innumerables problemas (Luc 21:25-28). Es en estos momentos cuando el mensaje del reino resulta muy consolador para los merecedores (Mat 10:11; Luc 10:7), los que claman y suspiran por las cosas detestables de este inicuo sistema (Eze 9:4), y los que aman la verdad (Juan 17:17; 18:37). Con razón se dio advertencia de una predicación mundial sin precedentes de las buenas nuevas del
reino para un testimonio (Mat 24:14). ¿Participa usted de ella?