bodega: Esta es una de las palabras más antiguas de nuestro idioma; Corominas la encontró a partir de 1095, o sea, un siglo después de la época en que se sitúa convencionalmente el ‘nacimiento’ del castellano como lengua autónoma. Proviene del latín apotheca, que significaba bodega o despensa, y ésta, a su vez, del griego apotheké, depósito o almacén de provisiones. Apotheké derivaba de la forma verbal apotíthem ‘yo deposito’. Curiosamente, mientras el idioma castellano tomó de apotheké el nombre de los lugares donde se almacena o se vende el vino, en el alemán moderno Apotheca significa farmacia. Pero apotheké permaneció en el español en la palabra "botica" (vea a continuación).
botica: Actualmente la palabra botica, casi totalmente sustituida por ‘farmacia’, se utiliza menos que a comienzos del siglo XX, aunque todavía en muchos lugares siguen denominándose así aquellas farmacias antiguas en las que, además de medicamentos industrializados, venden productos fabricados por el propio boticario. Como el alemán Apotheke ‘farmacia’ y como el francés boutique ‘tienda pequeña’, botica proviene del griego bizantino apotheké ‘almacén o depósito de mercaderías’. La primera referencia española de botica aparece en Calila y Dimna, en 1251, aunque en esa época el vocablo se refería a una tienda, como el catalán botiga. De botica procede también botiquín, que designa una caja de medicamentos, y en portugués botequim, que alude a un bar popular. Otra palabra estrechamente emparentada con botica es "bodega" (vea arriba), que proviene no del griego apotheké, sino del vocablo latino derivado de éste, apotheca, y que entró al castellano como abdega y al portugués como adega. En documentos de Navarra del año 1063, el bodeguero era llamado uotecarius.
esguince: Se trata de un término del vocabulario médico, incorporado al lenguaje popular debido, posiblemente, a los esguinces sufridos por los deportistas, que desde el siglo pasado convocan muchedumbres a colmar los estadios. Esguince es una torcedura o una distensión violenta de una articulación, que no llega a ser luxación (dislocación de un hueso) ni tampoco rotura de ningún tejido. Este vocablo proviene del latín vulgar exquintiare ‘partir en cinco pedazos’, compuesto por la partícula ex y por quintus ‘quinto’, usado con el sentido de ‘rasgar’ o ‘desgarrar’, aun cuando no fuera en cinco pedazos y que, quizás, haya llegado al castellano desde el catalán esquinç. El médico y diccionarista Fernando A. Navarro en su obra Parentescos insólitos del lenguaje, enumera una serie de palabras que, como esguince, provienen del número cinco o, más bien, del latín quintus: quiniela, quincena, tos quintosa y quintillizos, entre otras.
lazareto: En el siglo XV, las autoridades de Venecia ordenaron la construcción de un hospital para aislar a las víctimas de una epidemia mortal que asolaba esa región. El edificio se terminó en 1423 en la isla de Santa María de Nazaret, situada enfrente de la ciudad. Debido a su ubicación geográfica, se le dio primero el nombre de nazareto, por contaminación con el latín medieval lazarus ‘leproso’, ‘mendigo enfermo’, tomado del nombre griego Lázaros y éste, del hebreo Eleaazar. El cronista español Francisco de Miranda se refiere así al Lazareto en su obra Viaje por Italia (1783): Toda la noche corrimos con viento fresco del N. Ne. de modo que á las 7 de la mañana que me levanté de dormir estavamos ia sobre Venecia, y á las ocho entramos por el Lido dando fondo inmediato al Lazareto (la distancia es de 90 millas) el capitan fue a tierra para manifestár sus papeles, y luego bolvio á bordo, donde fletamos una pequeña barca entre todos los pasageros y juntos con nuestros equipages seguimos á la Ciudad [...].
olimpíada: Los Juegos Olímpicos de la Antigüedad se inauguraron oficialmente en el solsticio de verano de 776 antes de nuestra era, pero ya se realizaban muchos años antes. Según una antigua leyenda helénica, los Juegos habían sido creados por Hércules después de limpiar los establos del rey Augías, a quien mató luego porque éste no había quedado satisfecho con el trabajo. Algunos indicios históricos señalan que los Juegos habían empezado unos quince siglos antes de Cristo y que debieron suspenderse en varias oportunidades por diferentes motivos. Se celebraban cada cuatro años en Olimpia, donde estaba el principal santuario de Zeus, con la participación de atletas de toda Grecia. Inicialmente, se trataba de una competición de atletismo y lucha que duraba un solo día, pero en 472 a. de C. y en 350 a. de C. se crearon nuevas reglas, que dieron a los Juegos la forma con que pasaron a la historia. Los Juegos Olímpicos alcanzaron su apogeo hacia el siglo V antes de nuestra era, llamado el ‘siglo de oro’ de Atenas, pero siguieron desarrollándose durante varias centurias hasta que en 394 de nuestra era, el emperador de Constantinopla Teodosio el Grande los suspendió por considerarlos una celebración pagana. Los Juegos Olímpicos de la era moderna se iniciaron en 1896, merced a una iniciativa llevada adelante por el barón de Coubertin, a cuyo impulso se había creado dos años antes el Comité Olímpico Internacional. Para los griegos, que a partir de 776 a. de C. se acostumbraron a medir el tiempo por los Juegos Olímpicos, la palabra olimpíada (o también olimpiada), que tomó su nombre del monte Olimpo, designaba el período de cuatro años transcurridos entre dos ediciones de los Juegos, pero en la actualidad olimpíada y Juegos Olímpicos se suelen usar como sinónimos.
payaso: Uno de los personajes tradicionales de la commedia italiana era una especie de bufón, vestido con ropas estrafalarias confeccionadas con la misma tela burda que se usaba para recubrir los colchones de paja. Por esa razón, se le llamó pagliaccio, palabra formada a partir del italiano paglia ‘paja’, derivado del latín paleæ, palearum. En francés, en la segunda mitad del siglo XVIII, se llamaba a este personaje paillasse, una antigua palabra que desde hacía cinco siglos, significaba ‘bolsa de paja’. En castellano, la palabra payaso aparece registrada en 1884, en un poema de Manuel Breton de los Herreros: Otro con importunas contorsionesCual payaso en grotesca pantomimaPiensa mover del pueblo las pasiones. Pero ya figuraba en el Diccionario de la Academia en su edición de 1817, como “el que en los volatines y fiestas semejantes hace el papel de gracioso, con ademanes, trages y gestos ridículos”.
taxímetro: En los últimos años del siglo XIX aparecieron en Francia los primeros taxímetros, así llamados porque quienes los usaban pagaban una ‘tasa o tarifa’, en francés taxe ‘tasa’, voz que se unió a mètre, del griego métron ‘medida’. El etimólogo francés Albert Dauzat verificó el uso de estaba palabra, primero como taxemètre y más tarde como taximètre, en 1906, pero estudiosos de lengua inglesa admiten que la palabra taximeter fue tomada del francés y usada ya en 1898. En español, primero se llamó taxímetro al aparato medidor, pero más tarde se extendió también al vehículo de alquiler equipado con taxímetro y, finalmente, la palabra se abrevió a taxi, más usada en la actualidad. La voz francesa taxe proviene del verbo latino taxare ‘evaluar’, ‘estimar’ y éste, a su vez, del griego tachýs ‘tasa’. En cierta época, los penalistas romanos usaban taxare con el sentido de ‘evaluar la pena que corresponde a un delito’.
zalamero: La palabra árabe salam significa ‘paz’ y se usa con preferencia en saludos afectados y exagerados, como sugiere la palabra española zalama, que se emplea, precisamente, para referirse a ese tipo de saludos. El individuo que es dado a zalamas, o sea, a ofrecer saludos cargados de adulonería, es llamado zalamero. Salam, que está también en el nombre del Islam, se usa en el saludo árabe salam alayk, a partir del cual se formó en el portugués de Brasil el vocablo salamaleque, con el mismo significado que zalama o zalamería. Podemos ver un ejemplo del uso de zalamero en La historia de las cuevas de Salamanca (1733), de Francisco Botello de Moraes:
Fue lucido y agradable el agasajo: y mostró Morgana más que ordinario amor a Brujilo, porque el pícaro era hermoso y zalamero. Y aun Brujilo se enamoró de ella con tal pasión que estuvo resuelto a dejarlo todo por quedar en su compañía.
Fue lucido y agradable el agasajo: y mostró Morgana más que ordinario amor a Brujilo, porque el pícaro era hermoso y zalamero. Y aun Brujilo se enamoró de ella con tal pasión que estuvo resuelto a dejarlo todo por quedar en su compañía.
Estos textos ha sido extraídos de los libros de Ricardo Soca La fascinante historia de las palabras y Nuevas fascinantes historias de las palabras.