Para nadie es un secreto que mientras uno más se esfuerza por mostrar buenos modales, mejor se lleva con los demás y el ambiente familiar, vecinal, escolar o laboral alcanza un grado inigualable de paz. Por eso, extraña que cada día más personas insistan en una clase u otra de mal comportamiento social. Hace mucho tiempo que la gente percibe el deterioro de ciertas normas elementales de urbanidad. He aquí un recordatorio de 20 cosas, por ejemplo, que no deben hacerse en público:
- Chuparse o morderse un mechón de pelo.
- Morderse las uñas o cutículas.
- Sentarse con las piernas separadas o con las piernas cruzadas o torcidas de una manera poco convencional.
- Hurgarse en la nariz con el dedo o con cualquier otro objeto.
- Rascarse en cualquier parte del cuerpo, y mucho más en ciertas partes.
- Meterse el dedo o cualquier otro objeto en los oídos.
- Masticar chicle.
- Fumar en la calle, o hacerlo sin haber pedido permiso a los presentes, especialmente a sabiendas de que el olor del cigarrillo puede ofender o incomodar a alguien.
- Tener un cigarrillo en los labios mientras se habla.
- Hacer que los demás se sientan culpables o incómodos mientras comen algún delicioso postre o sólamente porque usted de abstenerse debido a alguna dieta.
- Rascarse o pellizcarse la cara.
- Cometer la indiscreción de hacerle alguna pregunta íntima a alguien en voz alta: ¿Es eso una peluca?
- Usar un cepillo o peine sucios.
- Aplicarse maquillaje o peinarse en la mesa de comer.
- Usar rolos en el cabello en público.
- Llevar esmalte de uñas descascarado, uñas partidas o maltratadas o, peor aún, sucias.
- Una línea demasiado dramática y notable que delimite claramente donde termina el maquillaje y donde comienza el color natural de la piel.
- Hablar demasiado o en detalle de excentricidades personales: operaciones, enfermedades, neurosis, alergias, accidentes, etc.
- Comer ruidosamente o haciendo gestos exagerados.
- Introducir pedazos de comida demasiado grandes en la boca.
Estas cosas no las he inventado, pues las he tomado del extenso Manual de Carreño, que la verdad, no ha perdido entera vigencia y haríamos bien en repasarlo de vez en cuando.
¿Qué es la 'urbanidad'?
De acuerdo al diccionario de la Real Academia Española la urbanidad es: "Cortesanía, comedimiento, atención y buen modo". Así, el DRAE nos muestra, en pocas palabras, todo lo que nos lleva a tener una mejor convivencia con los demás; algo en lo que todos debemos estar interesados, por cierto. Por eso, se puede decir que "urbanidad" en una serie de pautas de comportamiento que se deben cumplir y acatar para lograr una mejor relación con las personas con las que convivimos y nos relacionamos.
Cuando uno entiende la importancia de vivir tranquilamente y en paz con los demás (evitando así el malhumor, el estrés y otros desórdenes psíquicos), la urbanidad surge con espontaneidad, casi de un modo natural. De hecho, las personas sin urbanidad, o maleducadas, demuestran con su comportamiento -a veces soez o vulgar- que no les importa los demás, ni su bienestar, ni su salud emocional, ni sus intereses. De ahí que surjan tantos conflictos sociales a todo nivel. Por eso, toda sociedad es dueña de un código no escrito de esas normas que conducen a la urbanidad, que haríamos bien en concer, aceptar y cumplir.
Saber ceder, por ejemplo, es fundamental en cualquier campo de la vida, al igual que decir "Por favor" y "Gracias". La vida agitada moderna pone "los pelos de punta" a todos, no sólo a usted. Así que la cajera de un supermercado, el chofer de un taxi o autobús, aun el policía, es un ser humano con su propia carga negativa de tensiones a las que se agregan las propias presiones de su labor. Muchos no sonríen por que están sencillamente AGOTADOS, como tal vez lo estamos igualmente nosotros al momento de cruzar nuestros caminos.
Yo sostenfo que en casa, así como en la escuela, se debería proveer a los niños y adolescentes de un nivel elevado de etiqueta social, que a la larga es más importante que las matemáticas o las habilidades técnicas, a la hora de conseguir empleo, por ejemplo, e incluso conservarlo. Sin una aceptable dosis de urbanidad, estamos condenados al fracaso, es una ley ineludible. Saber agradar, comportarse de modo correcto en cualquier ocasión sin ser hipócritas, puede hacernos ganar la simpatía de todo nuestro entorno. Ese cariño se refleja en la actitud de las personas que nos rodean y se extraña cuando falta.
Ser cortés es un buen negocio
En el mundo moderno, tan globalizado, las empresas al igual que los gobiernos han aprendido a refinar sus sistemas de protocolo, por que a la larga o a la corta, redunda en mutuos beneficios. Es patente que para muchas empresas el comportamiento social ha pasado a ser una herramienta de trabajo cada vez más necesaria. El aumento de los negocios con extranjeros también influyó para que muchos ejecutivos consideraran indispensable esto de saber moverse con soltura, conocer la forma de ser y las costumbres de los otros.
Las normas de etiqueta están presentes en todos lados, desde las amables anfitrionas que nos reciben en casi todas las empresas importantes, hasta muchos de los sugestivos letreros que pululan por todas partes. Los deportes tienen también su protocolo particular y la gente lo sigue a pie juntillas. El "ceremonial" deportivo, y no sólo en el fútbol, está muy en auge, y la gente asiste temprano a los eventos deportivos para no perderse todo ese protocolo y lo sigue con atención y participación activa.
En el campo de los negocios internacionales ha crecido mucho el protocolo hasta el punto de considerar de suma importancia el respeto a las tradiciones y costumbres de las diversas culturas a las que pertenecen los potenciales clientes. Aunque las naciones se siguen armando hasta los dientes, a la vez comercian incansablemente unas con otras en un paradójico esfuerzo de cooperación mutua. Y para nadie escapa el incidente entre el rey español y el presidente venezolano, que ante la insistencia de este último de no dejar hablar al presidente español, motivó que el monarca hispano le dijera: "¿Por qué no te callas?", en otra muestra de inexcusable falta de cortesía. Felizmente, las cosas se normalizaron con el tiempo.
Sin embargo, lo que los expertos reconocen y los deja perplejos es que cada vez con mayor frecuencia hay que enseñar urbanidad a empresarios y empleados, algo que deberían traer de casa y que la escuela o la universidad sólo debe refinar. Por eso, cabe preguntar: ¿Cómo van sus hijos con esto de la urbanidad? ¿Hay en su hogar, para empezar, un clima de cordialidad, paz y sana convivencia? ¿Piden las cosas por favor y dan las gracias, para comenzar? ¿Es usted un modelo ejemplar a seguir? Haría bien en tomar en cuenta todas estas consideraciones, poque como hemos visto la urbanidad es un buen negocio para la vida.