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miércoles, 6 de marzo de 2013

Sí... el poema favorito de los ingleses

Si puedes mantener la cabeza en su sitio
cuando todos la pierden –y te culpan por ello–;
si confías en ti cuando los otros
desconfían –y les das la razón–;
si puedes esperar sin cansarte, si no
mientes cuando te vienen con mentiras
ni odias a los que te odian y, aún así,
no te las das de santo ni de sabio;

si sueñas, sin llegar a ser esclavo
de tus sueños; si piensas, pero no te conformas
con pensar; si te enfrentas al Triunfo y al Desastre
y das el mismo trato a esos dos impostores;
si soportas que tuerzan tus palabras
para embaucar con ellas a los tontos;
si se rompen las cosas a las que has dedicado
tu existencia y te agachas a rehacerlas;

si juntas todas tus ganancias para
jugártelas a cara o cruz, y pierdes,
y vuelves a empezar de nuevo, una vez más,
sin mencionar siquiera lo perdido;
y si tu corazón, tus músculos, tus nervios
cumplen incluso cuando ya no son
lo que eran, y resistes cuando ya no te queda
sino la voluntad de resistir;

si hablas con multitudes sin perder la honradez
y paseas con reyes sin perder la humildad:
si no pueden hacerte daño tus enemigos
–tampoco tus amigos– y todo el mundo cuenta
contigo –no en exceso–; si no desaprovechas
ni un segundo de cada minuto de carrera,
la tierra y cuanto en ella existe es para ti;
hijo mío, serás lo que se dice un hombre.
(TRADUCCIÓN de José Manuel Benítez Ariza)
[Tomado de ElPaís.com]

La Biblia en verso de Ruyard Kipling

Una diatriba tan jocosa como implacable contra la intrusión de la prensa, festoneada en verso, expresa el odio visceral que Rudyard Kipling(Bombay, 1865-Londres, 1936) sentía hacia los colegas del que fuera su primer oficio. La escribió cuando ya era una firma consagrada, tan solo ocho años antes de que le concedieran el Premio Nobel de Literatura, pero nunca había salido a la luz, como tampoco otro medio centenar de poemas recién descubiertos entre el legado del autor de El libro de la selva. La primera edición completa de su vasta obra poética, que se publicará mañana en el Reino Unido, integra esas composiciones inéditas, revelándonos a un Kipling muy emocional y sorprendentemente crítico al encarar las secuelas de la guerra, o dotado de gran sentido del humor mientras busca entretener con sus rimas al británico común.
Reconocido desde su propio tiempo como un innovador y maestro del relato corto, aunque sometido póstumamente a un duro juicio extraliterario por encarnar las ansias imperiales británicas, Kipling cultivó también desde la juventud el género de la poesía, sin generar controversia pero tampoco especial atención para la posteridad. Sus versos más conocidos, entre los que sobresalen los de If (Si) yMandalay, pueden contarse con los dedos de una mano, porque el grueso de una producción de más de 1.300 poemas había sido hasta ahora bastante desatendido por los expertos.
Thomas Pinney, catedrático en el Pomona College de California, quiso ahondar en esa faceta por encima de los “prejuicios políticos”, y acabó rescatando varios títulos desconocidos de Kipling en los lugares más insospechados: no solo entre los dispersos papeles familiares que nadie indagó antes, sino también en el archivo del antiguo director de una naviera (Cunard Line) o en un edificio de Manhattan que estaba siendo objeto de obras de renovación.
 
“Kipling fue un hombre de su tiempo que escribió desde un punto de vista imperial, y por eso ya no es hoy un autor tan popular, pero sus poemas siempre han conseguido cautivar y atrapar al lector corriente”, subraya Linda Bree, responsable de la edición de Cambridge University Press que se compone de tres volúmenes con la totalidad de los 1.300 poemas, medio millar de ellos nunca catalogados, y con la perla de más de 50 cuya existencia no se conocía.
La temática sencilla de muchas de sus poesías, admite Bree, pudo resultar poco atractiva en su momento para los estudiosos, más volcados en la prosa de Kipling, en narraciones que han pasado a la posteridad como El hombre que pudo reinar (1888), trasladada al cine por John Ford.
El hallazgo de esos 50 nuevos títulos nos abre al Kipling poeta que escribía sus versos en cualquier soporte al alcance, como un simple trozo de papel, que los concebía como regalos o para comunicarse con sus allegados. También a un hombre con la emotividad a flor de piel en sus poemas inspirados en la Primera Guerra Mundial, una contienda que en principio apoyó pero que acabó cuestionando tras la muerte de su hijo John en la batalla de Loos de 1915. Títulos como Epitafios de la Guerrareflejan la identificación del autor con los soldados rasos británicos y su ira contra las autoridades. El compendio que publica Cambrige University Press inserta información adicional sobre el contexto en el que fue concebida cada poesía, como por ejemplo las notas que el propio escritor tomó durante una visita a las tumbas de los caídos en Bélgica y Francia en 1924.
Kipling traslada su vocación poética también a su conocida aversión hacia el entrometimiento de los periódicos de la época en las vidas privadas. “Mucha gente que hoy se siente en el punto de mira de los medios probablemente suscribiría los versos del poema La prensa”, sugiere Bree.
Kipling recoge en ese texto sus inquietudes sobre los efectos de la cultura popular en los valores tradicionales a los que se aferraba, y carga contra los miembros de un oficio en el que él mismo se estrenó como escritor. Quizá por ello nunca lo publicó. Nacido en el Bombay colonial, educado en Inglaterra y regresado a la India para ejercer el periodismo, a los 21 años produjo su primera colección de versos, aunque fueron sus numerosos relatos breves y escasas novelas como Kim los que le convirtieron en un autor reverenciado a finales del siglo XIX y principios del XX.
Tildado por George Orwell de “profeta del imperialismo”, los cambios políticos y sociales que alumbraron el pasado siglo acabaron proyectando una sombra sobre el gran cronista de una ideología caduca que oscureció la apreciación de su calidad literaria, de su ingenio e imaginación. Por el camino quedaron esos poemas, definidos por el profesor Pinney como un tesoro oculto que a partir de esta semana vale la pena descubrir.